Por: Aldo Callalli Pimentel.
Lima-Perú.
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11 de febrero de 2012.
Las recientes declaraciones de los turiferarios del Movadef, sin ninguna duda brazo político del terrorismo senderista, nos compelen a hilvanar algunas ideas respecto de la necesidad de fortalecer en nuestro país no sólo el discurso ideológico-político del Estado social y democrático de derecho, sino también la viabilización de una adecuada educación ciudadana que tenga como principal soporte la historia colectiva de los pueblos a partir de un conocimiento analítico del hecho histórico.
Qué duda cabe, en la actualidad el establishment peruano viene enfrentando un sinnúmero de problemas de diferente índole. Verbigracia, entre los temas de mayor envergadura están los relacionados con el orden interno y la seguridad ciudadana. Ahora bien, la recurrente entropía social nuevamente es aprovechada por los voceros del terror quienes han desgañitado sus ensoberbecidos circunloquios contra el fallo del Jurado Nacional de Elecciones (JNE), quien de iure les rechazó finalmente la posibilidad de registrarse como partido político.
Los minúsculos adláteres del genocida “Gonzalo” no han marcado aún distancias respecto del accionar terrorista de Sendero Luminoso, muy por el contrario han venido cohonestando su actividad delictiva a través de un extraño calambur decimonónico que ciertamente distorsiona el significado de la justicia social.
Quienes en 1980 quemaron las ánforas electorales en Chuschi y luego en 1983 asesinaron sin piedad a mujeres, ancianos y niños en la comunidad de Lucanamarca hoy se presentan cual amnésicos zombis sometidos a una suerte de operación Voronoff con miras de dinamitar desde adentro el sistema democrático. Según estos sombríos personajes, ya no son los “quesos rusos” ni los “paros armados” los que podrían quebrar la sistematicidad jurídico-social y económica de nuestro país; son ahora las mejores herramientas para estos despreciables objetivos la manipulación de algunos estudiantes vinculados a la extrema izquierda y la galvanización del doble discurso maoísta del “hablar, hablar; luchar, luchar”; es decir, “engatusar, engatusar; matar, matar”. Con la orfandad en ciernes de la educación peruana era inevitable que la radicalización juvenil propia de un grupo etario terminara canalizando las bravatas de un sector acostumbrado al palo y la zanahoria. Sin embargo, a pesar de su resurrección en la esfera de lo político hace buen tiempo ya, que Sendero Luminoso cavó su propia tumba. Los años del plomo que propició le granjearon el repudio no sólo de quienes decían defender, sino también de los movimientos y partidos democráticos de tendencia socialista.
De otro lado, el derecho comparado nos otorga luces para neutralizar cualquier intento de retorno al país de las tinieblas y el coche bomba. En Alemania por ejemplo las ideas del nazismo y el antisemitismo están proscritas in saecula saeculorum. Y, en España donde se desató el infierno etarra cualquier agrupación política que se animara a reivindicar el terrorismo nacionalista no tendría cabida para ejercer sus fueros, al punto de convertirse en un paria bajo la sombra de la ilegalidad.
A guisa de ello, en las instituciones educativas hace falta entonces mayor seriedad y eficiencia en las metodologías que se están utilizando para el logro de las competencias vinculadas a la convivencia pacífica y el diálogo democrático, las mismas que se hallan taxativamente en el Diseño Curricular Nacional y en diferentes documentos internacionales como el Informe Delors. Así mismo, debemos recordar que en el campo específico de la enseñanza de la historia no basta con proveer al discente de información basada tan sólo en fechas y acontecimientos. Sino más bien, importa por encima de todo fortalecer el juicio crítico como capacidad prioritaria para viabilizar el aprendizaje significativo del hecho histórico. Esto implica una comprensión espacio-temporal de lo fenoménico que obligue al discente a generar interrogantes respecto de los temas de manera que se forme una apreciación rigurosa y objetiva de la realidad.
El Estado de derecho peruano tiene las armas ideológicas para combatir el terrorismo. Su amplia historia y cosmovisión pluricultural lo demuestran con creces. Por ello, en la guerra de las ideas juegan un rol cardinal no sólo las instituciones jurídico-políticas de nuestro país, sino también el accionar social y participativo de la ciudadanía en general. Esta es la vía segura hacia la erradicación total del senderismo genocida. El derrotero de la libertad y el progreso sigue siendo entonces el único sendero seguro para garantizar los derechos individuales y colectivos de toda la ciudadanía. Los hechos producidos por el terror senderista están en la memoria colectiva de todos los peruanos. Y, es que Contra factum non valet argumentum. Contra los hechos, no hay argumento que valga. |