No hay hasta ahora, ninguna evidencia que Obama vaya a cumplir algunas de las promesas que realizó, durante su campaña proselitista.
En cierta medida no me sorprende, soy argentino, y el caldo de promesas falsas es casi una idiosincrasia en este país, pero el país del norte, siempre se jacta de ir por el camino más cercano a las promesas que emiten.
Sin embargo, parece que el país del norte esté bebiendo del jugo de su propia sangre, las dificultades políticas, los palos en la rueda y la realidad se imponen frente a promesas ligeras y más bien intencionadas que realidades que se puedan cumplir.
Decir, desear, tener la intención es fácil, vencer la oposición es lo difícil.
Su predecesor, George Busch, dejó sembrado el camino de intenciones malsanas, intenciones explosivas que ahora Obama tiene que enfrentar, y no parece muy efectiva la política de la promesa frente a la obligación de ceder terreno a la que se ve sometido.
El más poderoso de los problemas, el saneamiento moral de su país, parece dilatarse frente a las presiones de la industrias, la banca, las instituciones financieras, que aunque partícipes de la mayor crisis del capitalismo en los últimos años, no ceja en el propósito de fagocitar todo intento de cambio de dirección, reclamando la parte del león, y dejando inmovilizado a un gobierno que comenzó su gestión con una papa caliente entre las manos.
Cada intento de llevar a cabo un cambio, se ve obligado a retroceder ante la presión empresarial e industrial, o sea de los poderes económicos, lo cual ha quedado evidente cuando ha tenido que volcar capital al mercado de corporaciones industriales y entidades que fueron precisamente los culpables de haber llevado a este extremo la economía, que ahora es globalizada; cualquier estornudo de esos intereses, provoca un sismo global.
Sumado a las actividades paralelas que van fracasando, como por ejemplo clausurar la prisión de Guantánamo, ni qué hablar del caso Al Qaeda, del que no se habla mucho en los diarios pero que está presente en la memoria colectiva del planeta.
Mientras, la autodenominación de país “guardián” de la justicia y equidad, causa cada vez más estupor, frente a una comunidad que ya no puede dejar de expresar las continuas aberraciones e inexistencia de garantías en el tratamiento de prisioneros en poder de los militares, demostrando esto quién detenta el poder militar realmente, que por supuesto no es de Obama, y ni la presión de las organizaciones defensoras de los derechos humanos de todo el mundo ha logrado desintegrar.
Por ahora, el presidente, lo único que puede hacer, es tratar de atenuar las reacciones, aunque parece que cada vez puede menos.
El poder militar sencillamente niega las acusaciones y le miente a su propio Comandante en Jefe, o sencillamente no le miente pero le deja en claro quién tiene el poder.
Veremos cuánto tarda el pueblo norteamericano en soportar la decepción de este líder que con muchas fichas a favor llegó a donde llegó, pero que la realidad está sometiendo no sólo al boicot de sus adversarios, sino al extraño comportamiento de sus propios compañeros de partido.
El resto del mundo asistimos atónitos a las desmesuras de ese país que ahora borra con el codo el voto que depositó con la mano. |