Dicen que 6 millones de argentino ven la parodia que se hace en la tv sobre los políticos. Ya se sabe que hablo de Gran cuñado. No digo que no sea gracioso, no me gusta demasiado, pero debo reconocer que los miro en los pequeños gags que me muestran otros programas.
Lo que impresiona es en lo que se va convirtiendo la sociedad, por una parte, leí en un diario importante, no vamos a decir que fue en El país, para no dar nombres que puedan lesionar la moral de algunos, tampoco voy a decir el nombre de la periodista, Soledad Gallego Díaz, para que nadie se sienta tocado.
Pero ya desde su artículo, publicado en el diario, comienza el proceso de distorsión a que nos vienen acostumbrando un tipo de periodismo que debería provocarnos cierta alarma, cito una de sus frases: “seis millones de telespectadores se enganchan los lunes y martes a Gran Cuñado, una parodia francamente divertida de Gran Hermano ”, que el periodismo vernáculo maneje ciertas cifras, siempre me ha parecido un poco fantasioso, sobre todo porque las fuentes suelen ser poco parciales al emitir esos números, pero que en el medio de una información, se inserte la opinión: “francamente divertida”, para mi es motivo de alarma.
¿Ese diario, me pregunto, sabrá que tiene a alguien pagada por otro medio para emitir ese tipo de opiniones?
O será, el propio diario quien baja línea argumental para que se publiquen cosas que intentan dirigir opiniones, o en todo caso propaganda velada de ciertos programas.
Yo nunca leí, lo que no quiere decir que exista, yo no lo leo todo, que en una nota cultural se dijeran cosas como: “la francamente excelente exposición del Artista…”, me parece que el periodismo se está olvidando que no debe opinar, sino informar.
En un principio me pareció un poco ridículo las suposiciones sobre que la señora presidenta estuviera preocupada porque ese programa podía cambiar el rumbo de las selecciones, porque quiero creer que el electorado, la gente, es un inteligente, se daría cuenta que ese tipo de programa no puede tener en cuenta valores de otra naturaleza que no son la cara plastificada de la presidenta, sino su plan de gobierno.
Pero me temo que me he equivocado, ahora creo que no es sólo ese programa el que actúa sobre la opinión de la gente, sino toda una maquinaria que orbita alrededor de ciertas tendencias que algunos no se dan cuenta que son para manipularlos.
Pero no a favor de un plan de gobierno que nos comprometa a todos en un fin, sino para los bolsillos de un señor que se da el lujo de hacer cualquier montaje palurdo en la televisión, y debido a su éxito, usa su “poder”, para manipular la opinión pública.
No tengo ninguna duda que a Tinelli, los gobiernos no lo afectan, él sigue con su propia parodia del amiguismo, exprimiendo la vaca de la cual extrae la leche de la buena onda; es loable, el tipo encontró una veta y la aprovecha.
A Tinelli lo tiene sin cuidado la honra de nadie, ya ha probado la sangre de la ridiculización a que somete a políticos, artistas, mujeres, viejos, enanos, niños, no le hace asco a nada, y sigue así, lo más impune, entronizado por esta sociedad de Champán y papa frita, good Show, como decía el más grande, el querido Tato.
Cómo habremos pasado los Argentino de Tato a Tinelli, no sé explicarlo.
Para cualquier gobierno, por supuesto, se convierte en un asunto de estado, cualquier programa de pacotilla que ese señor propone, mueve opiniones, lo que no sería muy grave, sino fuera que todos los programas, hasta los noticieros se prenden de las propuestas de ese señor, como si fuera el dueño del país, le chupan las medias en los comentarios y le allanan el camino para cosas como estas ocurran.
Y lo peor de todo: es la gente lo que lo permite.
Qué nos pasa que lo pasatista nos hace desviar la atención de lo importante.
Ahora vuelvo al comienzo: qué le pasa a los estadistas que en vez de neutralizar las controversias con un plan que ofrezca reales evidencias de mejoras, que ofrezca indicadores reales sobre la situación del país, que atienda a la población en sus necesidades, se dedique a tratar de censurar programas para que no revelen lo que todos sufrimos, sin necesidad que un programa nos lo tenga que andar explicando.
La presidenta, si en vez de andar plastificándose la cara, usando kilos de maquillaje teatral, cambiándose de ropa en cada ceremonia, caminara la calle y resolviera verdaderos problemas, como por ejemplo, retirar la rejas de las plazas y darle contención a los mendigos, atención a los drogadictos, medios a los hospitales, mejora reales a los ancianos, buena educación a los niños y jóvenes, que salen de las escuelas y universidades en condiciones tan precarias que la única razón por la que asisten es porque no hay trabajo, ya que no sacan nada útil de ellas; y sobre todo valores más importantes: he ocupara de generar empleos; entonces no tendría que andar presionando a programas para que no se burlen de ella.
Sobre todo una reflexión final: ella está más preocupada porque la burla tiene un karma de haber volteado a un gobierno, a que el hecho real, y es que el país se beneficie, tal vez con otra persona en el gobierno.
Le preocupa más mantener el poder a que la gente acceda a la comida, a la salud, al empleo.
Aunque no veo el programa que tanto la perturba, y aunque nunca reflejaría mi voto con ese tipo de manipulaciones, en el fondo, no dejo de pensar que de cierta forma, Tinelli a su manera es útil para revelar este tipo de estado de cosas, un gobierno débil en su posición porque no está respaldado por nada, lo suficientemente fuerte y contundente como para que un simple programa de humor lo pueda desestabilizar.
Da para pensar.
|