Son medios que no hacen más que potenciar algo que ya estaba en el corazón de los hombres desde que existe la letra escrita.

Juan Marsé, Francisco Ayala, en España, Rodolfo Walsh en el nuestro,  poetas y escritores exiliados en el extranjero o algunos que la pelearon en sus propios países, lo saben bien, pues las técnicas de los censores “locales” en cuanto a la producción de esos autores y otros en iguales circunstancias, era vilipendiarlos, tratarlos de malos escritores, de “rojos”, término que aludía al demonio rojo del comunismo, como si fuera un insulto.

Muchos de ellos, hoy laureados con importantes premios con el Premio Nacional de las Letras y otros, excelentes escritores que tuvieron que vivir en sus épocas, mucho de lo que hoy pasa, con métodos más refinados: la mala prensa. La invasión en Internet del nazismo, de fuentes desconocidas, de fundamentalismos.

De quienes venían esas prácticas: de curas, militares, parte del gobierno de turno a quienes los textos de esos escritores molestaba.

La persecución intelectual siempre ha tenido alguna excusa, sencillamente porque los poderes de turno tienen los medios para montar fantasmas sobre quien se le de la gana.

Los cómplices de esa práctica, hoy son conocidos, en algunos casos, como lo que ha estado pasando con el diario Clarín, diario que se sabe, adalid de las prácticas fraudulentas para generar las noticias que le convienen, con técnicas golpistas, y que sin embargo sigue siendo, parece, el diario que más vende.

La lesión moral ya está lograda, la gente compra el diario sin importarle lo que conlleva ese gesto, como si no fuera responsable o cómplice.

Les lavaron el cerebro, y se desligan del acto, tal como ahora pretende la iglesia con los casos de pedofilia, “taparlo” con abluciones tardías, con tibios descargos, desviando la atención sobre la responsabilidad del papa en tales asuntos.

Todo esto bien adobado con la televisión basura que muestra peleas estúpidas de gente estúpida, la misma gente que hace rica a los de Clarín, engorda los bolsillos de los productores que generan todo tipo de programa que brota como si fueran yerbajos, gracias al lavado de cerebro, que ya las políticas de censura han venido allanando desde las dictaduras tan conocidas.

Aún cuando ya han pasado muchos años de dejar atrás la dictadura, sufrimos el proceso de toda una generación estupidizada en un contexto cultural que no le dejará nada a la generación siguiente.

Quién dice que perdieron la guerra sucia.

Para mi es obvio que la ganaron.