La izquierda, históricamente, comienza sus orígenes intelectuales en los pensadores, pero se le asigna en acción para el proletariado, el marximo, determinístico, declara “el ser social determina la conciencia social”, y con esa contundencia considera que todos deben entender que es inauténtico considerarse de izquierda sin pertenecer a esa clase social.
Pero los movimientos sociales, ya se saben toman sus propias determinaciones independiente de los rótulos de los hombres, sobre todo de los pensadores a los que les gusta generar sus propias definiciones, hacer mapas intelectuales de la época en la que les toca vivir, retorciendo, reconvirtiendo lo único con lo que cuenta: la palabra.
A principio de los ochenta, en Europa, más precisamente en Francia, con Mitterrand al podes, algunos intelectuales, universitarios, o sea económicamente acomodados, burgueses, al decir de los sindicalista, se autodenominan de izquierda.
Es un momento histórico importante, porque la palabra comienza a convertirse en una forma de pensamiento, más que en una definición de clases. Una idea aplicada a una clase, en algún sentido, pero como idea, más potente, abarcadora, y parte de una conciencia política que deja de ser potestad de clases.
Estos intelectuales, bien vestidos, jóvenes, con los privilegios de una clase con acceso a la educación eran llamados los Caviar, palabra que sintetiza y a la vez intenta descalificar el concepto y a los que pertenecen a este grupo.
Algunos de estos intelectuales trabajaron a la par de Mitterrand, en alto puestos, ministerios, asesores, un nombre conocido, por haber llenado los diarios recientemente Dominique Strauss Kahn –recordará el lector el affaire de Kahn, acusado de abusar de una mucama en un hotel, asunto que al final quedó diluido, pero que le costó algún tiempo en la cárcel-, con este grupo, se acuña la primera diferenciación entre la ultraizquierda, proletariado y los Caviar, educados, los que luego ocuparían estadios de poder.
Parece justificado el rechazo de los ultraizquierdistas, escépticos frente a los que consideraban que tomaban un discurso propio que luego usarían para lo mismo de siempre, someterlos, reafirmando la idea de incompatibilidad entre los conceptos marxistas y la clase acomodada, con pensamiento progresista.
El término Caviar, pretende representar a un tipo de intelectual, frívolo, con elecciones de discurso político snob, descontextualizado del propósito del término izquierda, desclasado y de pertenencia azarosa a las ideas que la ultraizquierda sostiene, sostiene una compatibilidad acomodaticia y más bien falsa.
En la marcha de la historia, el término se perdió, frente a la avalancha de acontecimiento, en el que la izquierda, ahora desde diferentes estadios sociales, y con variaciones independiente de la ideología marxista, pero con principios en términos como aliviar la pobreza, genera condiciones de educación y salud para todos y otras tantas actividades sociales, el término izquierda, más que Caviar, ha quedado desactualizado, peyorativo y prácticamente con significante vacío.
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