Se trata de un fenómeno en el que están implicadas muchas variables, y donde todos los involucrados mienten, pero, al ser muchas, repito, las variables intervinientes, todas las mentiras conllevan alguna parte de verdad.
Sería por lo tanto aburridísimo que yo intentara echar luz al asunto, mintiendo lo mío.
Lo que resulta bastante claro es que es, el de la carne, desde el ternerito que nace hasta el señor que se come el bife, un rarísimo pero muy aproximado ejemplo de eso que han dado en llamar los teóricos "mercado perfecto", donde las "fuerzas" de la oferta y la demanda operan casi como en los libros.
Esto haría más o menos comprensible o predecible el comportamiento de los precios, pero ocurre que desde mediados de 2006, el gobierno Kirchnerista, siempre deseoso de enfrentar lo inenfrentable, decidió establecer "regulaciones" para lograr que "estuviera adecuadamente abastecida la mesa de los argentinos".
Y, claro, se pudrió todo.
La intervención del Estado era la variable que faltaba para que todas las demás se tornaran caóticas.
Los argentinos están comiéndose algo así como 75 kilos de carne vacuna por persona por año. En ese sentido, es lejos el país más carnívoro del mundo. Lo siguen los más ricos del globo, los muchachos que inventaron los cowboys para mantener a raya a las vacas, el pueblo de los EE.UU de América, cuyos habitantes degluten unos 40 kilos de carne vacuna por persona al año.
Es fácil entender que entonces, en Argentina, con semejante hábito por la carne de vaca, el precio de ésta arrastra todos los demás, y a los dos días que sube el valor de las milanesas, crece el precio de los fideos.
Todo un problemón. Y ahí andan para arreglarlo los privilegiados cerebros intelectuales de la Cristina, su marido, sus ministros y secretarios correspondientes. Enfrente, esos paisanos de bombacha que arrean novillos por las pampas, los pibes de los frigoríficos, los carniceros independientes o supermercados. Toda gente ignorante, básica e ingenua... mientras no se trate de guita.
Es probable que al final sea más barato el caviar ruso y la langosta chilena que la tira de asado, y la vaca termine al lado de la cebra en el zoológico para ilustración de los niños.
O no. Puede ser que el gobierno se aburra, y no se meta más en el asunto, con lo que de a poco todo volverá a la normalidad.
Mientras el carro se mueva, los melones se acomodan solos.
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