Mil seiscientos metros. Un kilómetro y medio y más, de bloques, cemento, varillas de acero, hormigón, supongo yo, que todo esto, coronado al final, a lo nazareno, con alambres de púas o vidrios de ocasión ... No ha de elevarse tremendo Goliath, nomás soplando botellas de la noche a la mañana ... ¿Recién ahora nos enteramos?,
Creo que el problema estalló porque ahora lo empezaron a construír. No está hecho el muro, empezaron a poner bloques de cemento y se armó el bolonqui.
Pero no sé por qué te preocupa el hecho. Las ciudades amuralladas gozan de amplio prestigio histórico, fueron eficientes durante siglos (véase Constantinopla) para evitar la penetración de los bárbaros, en China hay una muralla enorme cuya maravilla atrae siempre cantidades de turismo...
Lo que pasa con las murallas es que son caras. Se las pueden permitir en San Isidro (partido que conozco bien porque precisamente ha sido mi lugar de nacimiento), pero no están al alcance de todo el mundo.
En un barrio capitalino más pobre que frecuento, se está estudiando la posibilidad de apartarse de un barrio vecino plagado de malvivientes mediante la construcción de otra genialidad de la antiguedad, el foso de cocodrilos.
Su construcción es sencilla, ya que alcanza con enlazar la ristra de profundos baches ya existente en la avenida que divide la sección municipal. Pico y pala y a otra cosa. El agua para su relleno se consigue a partir de todos los conductos pluviales y cloacales que están completamente deteriorados y pierden líquido por todas partes.
Lo de los cocodrilos es más complejo, porque hay que traerlos desde los esteros de Iberá. Pero en el barrio hay camioneros colaboradores, y una curtiembre vecina ofreció financiar los gastos a cambio de quedarse con el 50% de los bichos que se vayan reproduciendo, lo que, de paso, controla la población cocodrilense del foso. Y esto significaría un importante aumento en la producción de cinturones y billeteras de cocodrilo.
Sin embargo, vecinos preocupados por la salud pública, se alarmaron ante la posibilidad de que el foso implicara una alta proliferación de mosquitos del dengue. Pero el ingenio humano soluciona todo.
La larva del mosquito que vive en el agua constituye excelente alimento para las crías de peces. Estos pececitos las depredan en gran forma. Por lo tanto, habría que poner peces en el foso.
Luego de alguna discusión, se optó por la siembra de pirañas, que, de paso, colaboran con los cocodrilos para disuadir a los delincuentes de la cruza a nado. El equilibrio ecológico del foso quedaría así asegurado. Para el alimento de los cococdrilos se descuenta que siempre habrá alguno que otro anciano inadvertido que accidentalmente caerá al foso en las noches oscuras, porque alumbrado el barrio no posee.
Hay que destacar que el foso versus el muro ofrece la ventaja que la delincuencia no teme a aquello que no se mueve. Esto se puede comprobar en la Capital si se circula por el camino conocido como Calle 15. Atajo absolutamente céntrico, útil para los automovilistas, al correr paralelo a las vías del tren, sin gente alrededor, ofrecía oportunidad de asalto para los forajidos. Se lo dotó de un poderoso alambrado paralelo que impide (impedía) el paso, coronado por alambres de púas. Las púas, ahí arriba, son lo único que queda, porque el resto de los alambres ya se los fanaron los bárbaros pretendidamente aislados por este medio.
De todas maneras, sí, el muro sanisidrense sería extraordinario para desarrollar la imaginación de los graffitis y estimular la venta de aerosoles de pintura. Pero me temo que nunca llegaremos a verlo. Hay gente que se resiste a tomar conciencia de la invasión que viene.
Así nos va... |