Este comentario me lo hicieron en diferentes oportunidades, personas que se anotaron en servicios como Facebook, Twitter, Linkedin, Sintagmas y luego, ante la sospecha que esos sitios negocian sus datos, ya que comienzan a llegar extrañas propagandas por mail, ingresan en un estado de paranoia que tratan de desagotar, borrándose de todos los medios, sólo para descubrir que no alcanzan a hacerlo, les sigue llegando propaganda y de vez en cuando se encuentran nuevamente por algún comentario en donde vuelven a aparecer aquí y allá, entrando en otro estado ahora, ya de ira, porque cuando quieren ingresar de nuevo a sus cuentas, como se borraron, han desaparecido.
La explicación es sencilla, aunque nadie quiere admitirla.
Hay tres aspectos a considerar en los medios digitales y sus fronteras y resoluciones no están normadas, pues entre sí, interfiere la ética, la tecnología y el derecho de los demás, que es casi una cuestión filosófica.
Estos asuntos tienen origen en cómo se administra la información en forma tecnológica y en cuáles son las actividades que se realizan con esta información.
Tratándose de Facebook, Sintagmas, Twitter y demás redes sociales, cada vez que alguien se registra, adquiere un número de documento, una especie de DNI de su persona.
Asociado a ese número, comienzan las actividades de la persona. Cada vez que el usuario sube una foto, realiza un comentario, comparte un texto, un video, suma un amigo, envía invitaciones, lo que sea, la actividad se asocia con su número de usuario.
Ese número se asigna automáticamente a su persona. La mayoría de los sistemas funcionan así, ya sea para dar de alta un mail, para entrar al MSN, para realizar una compra, para ingresar a un servicio on line de atención al cliente.
Todas las actividades que se realizan en cualquier sitio tendrán un número de referencia de la actividad, el cual queda registrado en una base de datos.
Parece sencillo deducir que para desaparecer, sencillamente borramos ese número y ya, dejamos de existir.
Aquí viene lo complicado: cuando hemos generado un contenido y algún otro usuario ha intervenido en nuestro contenido, se estableció una relación entre nuestro número, y el número de ese otro usuario, ya sea en forma de contestación a un comentario, de aporte de otro tipo como fotos o videos, como compartir, como un botón “me gusta” o como un “sígueme”.
Nuestra acción de borrarnos, si se realizara físicamente, borraría también todo las acciones de ese otro usuario asociado a la nuestra.
¿Cuál es el derecho nuestro sobre los contenidos de ese otro usuario? Ninguno.
Las políticas del sitio determinan ello, pero también están sometidos a la misma pregunta: qué hacer con el material de contenidos, de imágenes, de videos, de compartir, de lo que sea, de un usuario cuando ha ocurrido de la interacción de otro que quiere desaparecer de las redes.
Es un punto ambiguo de las interrelaciones que no es posible dilucidar, porque tiene miles de años de zona gris: el derecho de los demás comienza donde terminan los nuestros, lo cual, como veremos, no es tan taxativo.
El problema en los medios digitales es que podemos borrar nuestra actuación futura, pero tal como en la vida, no podemos borrar nuestro pasado.
El pasado sigue existiendo, sigue manteniéndose la relación entre mi actuación en el pasado y todas las intervenciones de ajenos conmigo y de mí con los otros. Es la escencia del Web 2.0 o de las redes sociales: la interacción.
Lo mismo vale cuando con mi usuario, intervine con otros, de la misma manera, comentarios, etc.
En otras palabras: no hay formas de borrar el pasado digital, porque ello implicaría una actividad casi ilícita: borrar acciones de los demás, y no tenemos derechos sobre las acciones de los demás.
Es por ello, que aún cuando nos eliminemos de una red social, queda el pasado de nuestra intervención dando vueltas por allí, lo único que hemos hecho es cerrar nuestra actividad futura, y con ello, por supuesto, no poder acceder a lo que antes habíamos realizado.
Es por ello, entre otras consideraciones que seguimos “perteneciendo” en aquellos ámbitos en los que hemos dejado nuestros datos y participado.
Para los que me preguntaron de muchas maneras por qué no se pueden borrar definitivamente de un servicio, acusando específicamente a sitios como facebook de hacer las cosas mal, les digo: al contrario, no están mal, están perfectas, como tienen que ser, el hecho de que un usuario no comprenda el alcance de participar en sitios Web 2.0, no implica que las redes sociales realicen actividades con el número de usuario que les dio alguna vez, sencillamente no es posible hacer desaparecer su pasado.
Como verán, el asunto no es tan diferente de lo que ocurre en el mundo real, en donde estamos sujetos a nuestra propia memoria, nosotros permanecemos en la memoria de los otros de forma inesperada, perenne o no y con el defecto que nuestros recuerdos inventan y se ven afectados por los cambios biológicos de las personas, en cambio en las redes sociales, permanecemos con lo que fuimos, dijimos y compartimos.
A bancársela como se pueda.
La próxima vez, antes de dejar sus datos en sitios, piénselo dos veces y sea consciente del acto que está realizando.
Me piden consejos, no me gusta darlos, sólo puedo decir qué hago yo: me inscribo, vivo la experiencia y si no me gusta, dejo de participar, sin borrarme, a mi no me molesta mi pasado digital, mi intervención no es más que de curiosidad intelectual, si ocurre alguna mala interpretación al respecto de mi intervención, hay dos caminos: pedir disculpas y si no son aceptadas, seguir con la vida, o no pedirlas y seguir igual.
Como sea la experiencia de las redes sociales han cambiado la comunicación en muchos sentidos y la paranoia o el malestar es mínimo, como para andar perdiéndosela.