Finalmente una jueza sensata, primer casamiento gay, Damián, Bernath y Jorse Salazar, dijeron sí, y entraron en la historia de la ciudad.
Todo como debe ser: normal, por ahora hablamos porque es tan extraña la sensatez en lo judicial que significa noticia en los diarios.
Para los que se oponen: el matrimonio es un contrato de partes que no tiene nada que ver con el género de los componentes.
El contrato matrimonio, ni siquiera tiene que ver con las personas es un mero contrato para el estado, que como condición para que no se le “revuelvan” los problema legales inventó lo de que es necesario e incluso lo de la fidelidad y promesas diversas, entre las que incluyó el tener hijos y toda esa monserga con que el estado pretende tenernos anotados “prolijitos”, para que no causemos problemas administrativos.
No crean que esto se terminó aquí, ahora vendrán todos los derechos del contrato a tallar, el derecho a tener hijos, bienes en común y todos los derechos constitucionales.
En el medio, ya que estamos tan modernos, hay que limpiar de ese contrato cláusulas ridículas, como la fidelidad.
Los hombres y la mujeres, tenemos que empezar a comprender que la variedad genética mejora la raza, esto no es un clishé, lo sostienen los científicos, las sociedades promiscuas tiene mayor probabilidad de sobrevivir en la naturaleza, que muta y genera nuevas enfermedades.
Es hora que dejemos que nuestra biología nos guíe y nos abandonemos a lo natural para dar paso a la supervivencia, y ese instinto primigenio indica que la fidelidad es ridícula, que conduce a la degradación de la biología humana en adquirir material genético importante para los cambios de la geología planetaria.
Aún nos queda camino por recorrer en el área de que la sociedad camine en armonía con la naturaleza y las leyes sean realistas, y no que haya leyes para una sociedad hipotética que intenta que vivamos la falsa realidad de la fidelidad y demás merengues sentimentales que nada tienen que ver con la justicia.
Vamos para adelante.
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