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27 El mar es como la amistad; se ve el horizonte pero no el final.   por   Alguna
 
 
Rafa* 2/23/2010 | 10:41:25 AM  
 
Aburrirme, nunca.
Para algunos, la lluvia es evocativa, para mi, la vida.
Tags:
  relatos   literatura            
 
Del mismo modo que a las personas añosas se le arruga la columna, a las calles se les frunce el ceño de bitumen, volviendo lo que antes era mesita para el billar de los autos, en terreno para el delivery cross y los tropezones. El caso es que por estas orográficas inconveniencias, contra el cordón frente a casa se estanca el agua. El torrente que viene grávido desde el oeste, impávido queda detenido por una suerte de embalse natural, producido por el calor y el amontonamiento de hojas, ramitas y alguna bolsa tan eterna como indegradable.  Así, hasta que rebasa y pasa. No es lugar de pesca, no -yo lo he intentado y, salvo dengue, ningún pescado-, pero se le parece.
 
***
 
Yo soy un tipo bichero capaz de encariñarse hasta con las pulgas. Así que disfruto mucho de los pajaritos del barrio, y hasta nombre les he puesto a aquellos que reconozco entre los tantos ocasionales o menos domésticos. No son pocos: Doro, el palomón presumido; Delfina, la que por gorda parece más bataraza que colomba; Melisa, la tórtola exótica, de colores miel, amanecer y caramelo; Ruanita, la que entrecana, me parece más experimentada como mensajera; Baldo, el más viejo y con carácter de zuro (así me lo hace parecer, más bien silvestre y gruñón digo, su aspecto de desplumado y achacoso); "Dos dedos", como le digo a una que le falta su espolón trasero; Pancho y Francisca, la parejita de horneros -que han traído este año al mundo a quién sabe si Américo o Europa (pichoncito al que sólo se intuye por el trajín de lombrices e insectos que llevan sus progenitores al nido)-; y los gorriones. A estos tilingos simpáticos les llamo indistintamente y según mi antojo. A veces, Martina, otras, Marijuana, cada tanto, Alfonsa o Claudina; salvo con Ernesto, el regordete macho que a todas sirve y consuela.
 
***
 
El barrio mío es bien barrio. Tiene, si se me permite la grandilocuencia, carácter comunitario; espíritu propio. Y entonces, los animales que por aquí rondan, son un poco como de todos. Sin habernos reunido en asamblea alguna, mal o bien, antes o después, cada quien hace su aporte al bichaje. Y así como con otros dos de enfrente, mantenemos a una parejita de cimarrones [1] abandonados por sus dueños, y tal como la viejita de la vuelta, mantiene de su chismosa [2] a unos cuantos gatos, otros les dan de comer a los pájaros, ya sean semillitas o migajas, pero eso sí, desparramándoles siempre al voleo el desayuno o la merienda. Además de a los dos cachorros; yo también les proveo de agua a las aves.
 
No me cuesta casi nada, pues como digo, cuento en lugar de con jardín, con estanque. Sea invierno, sea verano; de noche o al mediodía, allí siempre hay agua dispuesta como para saciar sus sedes o enjuagar sus plumaje. Piscinita donde he llegado a pensar en plantar lotos y nenúfares para evitar que allí estacionen los autos y me cercenen con su latosa presencia, el inquieto horizonte de la vereda de enfrente. Que digo, las nenas del instituto de enfermería, y las otras nenas, las de la UTU donde estudian comunicación social y propaganda a la moda. ¡Divinas las colegialas!, con sus veinte atolondrados años y esas melenas al viento. Sin llegar al exceso griego de amancebar apenas púberes, a mí me fascinan las pendejas; tan presuntuosas como sus madres, pero con fundamento; ellas llevan todo en el esplendor de su tersura.  
 
Pero algo me cuesta, pues caso contrario, no sería labor propia ni por tanto, trabajo con qué ganarme el cielo. A veces la charca pasa directamente a ser criadero de maldades (malezas y enfermedades). La cosa se pone putrefacta, y entonces, si en invierno no vienen los pájaros, si en verano, hiede y claro, tampoco se allegan los sibilantes. Es allí cuando algo hay que hacer.  
 
1.- Cimarrón: Raza de perros orejanos y silvestres que se criaron en nuestros campos y a los que Artigas hiciera famosos con su resabida frase: "Si no tengo con quién enfrentar al español, pelearé igualmente con perros cimarrones".
2.- Chismosa: Tipo de bolsa para los mandados que por su especial entretejido permitía que se fuera estirando hasta albergar adentro kilos y kilos de productos de feria. Como a los ferrocarriles a carbón, y los trabajos del talabartero, ya no se las ve a menudo como antes. Tampoco a los delantales.
 
***
 
Entre los calores festivos y las fiestas acaloradas, lucía hoy el cordón un aspecto malhadado. Ayer, y a pesar de lo tan necesitado de ellos que estuve en cierto momento de la mañana, no vi pájaro alguno dando saltitos por la cuneta. Así que viendo llover y correr aquella agua resinosa y mugrienta, me dije: _ Flaco, vamos a aprovechar y a limpiar el tajamar del gallinero. Lo de flaco es cosa irónica a esta altura del partido en que pareciera que llevo un salvavidas atragantado de forma permanente en la barriga. Medio pajarón, parezco un tero zancudo: patas largas y buche bien pronunciado. En fin, que me dispuse a cambiarle el agüita a las bestias. Subí a calzarme un short de baño -no iba a salir en calzoncillos; ya suficiente cuando pijameo en camiseta, faltándome solamente el rancho de paja para parecer mi abuelo-, me quité la remera, calcé las ojotas de surfista arrepentido y fui en busca del escobillón. Instrumento de brujas en mano, no se hagan a la idea de ningún sex simbol. Más bien, todo lo contrario.
 
***
 
Patinar no es cosa buena -ningún milagro-, y menos, cuando en subida. Yo presiento que subo cuando laboro y así, cargado de buenas intenciones, compré baldosas para apoyar el culo cuando vaya derechito para el infierno. ¡Ay!, fue lo único que alcancé a decir; y luego, ya escrachado contra el piso y empapado, abajo por el barro y arriba por la lluvia, maldecí con diez insultos al cielo. ¡La de reinas y de putas que fueron invocadas! Un poco a los temblores, y otro poco, a los quejidos, el caso fue que cumplí con mi menester: sacudí el agua vieja, cambiándola por la nueva que venía gorgojeando desde lejos cual salutífero manantial. Y tuve mi premio; además del chichón en las lumbares, vinieron los pajaritos a trinar su canto y a sacudir sus sedosos trajes. 
 
***
 
Sábado, después de navidad, y lloviendo a mares, calculen: no se ve a nadie por la calle. Los que no se fueron de vacaciones por las fiestas, estarán adentro aprovechando el día para bajar acostados la inflamación de su muy navideña glotonería. Meta manzanilla, menta o carqueja. El gris de las nubes sumado al gris de la ausencia; día de plomo y azotes en lugar de azogue. Pintaba para aburrido por unanimidad de sus horas.
 
_ ¿Yo aburrirme?; me dije.
_ ¡Ja!; me vine a reír con los pajaritos ...
 
 

 

 
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  Comentarios: 2      
1- Estuardo 2/24/2010 6:52:41 PM
Me gustó muchísimo el relato, es entrañable la sensación que deja. Gracias por compartirlo.
 
2- puntoedu 2/26/2010 10:20:22 AM
Cuando lo leo, pienso que estoy leyendo a un escritor avezado, un profesional, ¿me equivoco?
 
 
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