Me interesa el tema, pero cada día lo tengo menos claro, y de hecho, cuanto más lo estudio y analizo, más factores me parece que intervienen para su determinación. Cuestiones económicas, políticas, sociales, de género, y también, desde luego, religiosas, hacen, no sólo a nuestra mirada sobre ellos, sino, y antes bien en importancia, a la de ellos sobre nosotros.
Comencemos por decir que el distingo entre un ellos y un nosotros ya es de suyo bastante hórrido y oscuro. Encierra, al menos mayormente, más prejuicios que verdaderos criterios de distinción entre los hombres. Y denota un muy evidente interés en discriminar. Porque si es por hallar diferencias, uno puede darse el lujo de afirmar que mi ojo derecho no mira como mi ojo izquierdo. ¿Qué denotamos, qué resaltamos, cuando practicamos la distinción entre un ellos y un nosotros? Ante todo, nuestra vocación por separar, por dividir, por clasificar, en suma, por discriminar. Esto es un gato, esto es un perro, esto un triángulo isósceles, y esto otro de aquí al lado, un musulmán en sandalias y gorrito multicolor.
Puestas así las cosas, ¿qué podemos decir de los islámicos en general que sea materia de diferenciación entre un posible ellos y un improbable nosotros?
¿Cómo que un "improbable nosotros"? Nosotros somos ... err ... ¿qué cosa? ¿Quiénes somos nosotros?; qué corno es hoy día Occidente, sino un mito sobre el cual estamos parados varios tipos de gente muy diferentes entre sí. Económicamente, Occidente es el mundo, y quizás, y para mal, hasta el provenir de éste. Socialmente, y al contrario, somos una decadencia palmaria, sobre todo en lo demográfico y en la fuerza de nuestras convicciones identitarias (¿qué valores tenemos en común allende el slogan de una presunta libertad jamás puesta en práctica y de un Cristo Rey al que nadie, absolutamente nadie le da ni un cinco de pelota?). ¿Y políticamente? ¡Una mentira!, un engaño, flor de patraña; un verdadero montaje para corderos creídos de su mundito feliz.
Culturalmente, un atanor del cual salen miríadas de cosas. Es cierto, creatividad no nos falta; al menos no, para confundir la verdadera creatividad con nuestros bajidos pretensiosos al copiarnos y copiarnos sin solución de continuidad. Mucho no es sinónimo de bueno; y por ahí se me antoja que tiene cabida aquello de Le Corbusier: menos es más.
Aclarada también la relatividad del término "Occidente" (el famoso nosotros que quién sabe a quiénes y hasta dónde y cuándo abarca), retomemos: ¿qué les achacamos a los musulmanes como tales?
Tienen costumbres, hábitos sociales, credos y tradiciones bien distintas a las nuestras; sí. ¿Y? Europa ya había resuelto esto hace centurias. Verbigracia, al burgundio, la ley burgundia, al de Módena, la ley de tal ciudad. He aquí el viejo criterio jurídico de la nacionalidad, expuesto sin tapujos y tal como se le concebía en nuestro entrañable Occidente, antes de la consolidación de los Estados nacionales (s. XV). Consolidación medioeval que no fue otra cosa que el perfeccionamiento de la idea romana del ius gentium.
¿Quieren o sienten que deben llevar burka, shador, trapito de colores o, nomás, que llevar rapados a cero sus cabellos? Y a mí, ¿qué carajo me importa? Que cada quien haga de su culo un pito siempre y cuando sea de su culo y no del ajeno. Sarna con gusto no pica; cada quien sabrá lo que le es bueno y mejor.
¿Quieren imponer su ley, sus ritos, sus tradiciones? Y si son más; ¿qué se esperaba?; si es bastante razonable que quienes sean mayoría legalicen sus costumbres al grado de volverlas exigencia legal. Al sentido común no se lo combate a bombazos ni encerrando o separando gentes tras varios muros; de hecho, y para bien, al sentido común conviene no combatirlo en absoluto, al menos si no se quiere pasar por un perfecto idiota.
No sin cierto desánimo, yo tengo asumido que somos una sociedad en bancarrota, en plena y muy proverbial decadencia. Nuestro actual único sostén no es ni la Madre Inglaterra, ni el Tío Sam; es el putativo del Mercado, que empero tentador como una Belucci, es más satánico que la sierpe del Libro. La democracia, la república, el Estado de Derecho y todas esas linduras retóricas, son meras ficciones regulativas que, a mi modesto entender, están de veras muy próximas a desaparecer (si es que alguna vez se consolidaron como tales y no meramente como puntitas de muestra en un imaginario colectivo que quién sabe dónde tiene sede matriz). La bancarización, el mercado hasta en la sopa, no sin haber pasado antes por la almohada y por la ducha, todo lo invade. Ya no somos ciudadanos, somos consumidores. O sea, esclavos de necesidades inventadas (yo te voy a sr sincero, entre ser esclavo de Allah y ser siervo de un sempiternamente inalcanzable último modelito de celular ....
Y como tales, como amanuenses de nuestros propios vicios, como malditos corderos cobardes, a gritos pedimos porque nos controlen más y más, cada día más, y así, hasta que el gran Leviathán que nos cuida y da cobijo, sepa hasta del color amarillo rabioso de mis soretes de esta mañana. Me cago en la gran ictericia ...
Vamos, lo intuyo a diario y por mil motivos, hacia el panóplico mundo de fantasía previsto por Huxley; nos dirigimos a convertirnos en personajes de una cajita feliz de Mc Donalds. ¿Lapidar muchachas por adulterio? Tal crimen va a quedar pa' la risa comparado con lo que se nos viene ...
Pero ellos, ¿lapidan o no lapidan hoy en los hechos y no en las previsiones mías?
Ah, si es por lapidar, quiero decir, si es por la violencia social que se respira en uno y en otro lado, para mí el asunto se resuelve con un empate técnico. ¿O en Occidentalia no hay pena de muerte, no hay homicidios de lo más cruentos y locos, no hay vandalismos, no hay reyertas entre bandos de cientos de cada lado? ¿Ciudad Juárez dónde queda?, ¿en Marruecos acaso? ...
Hay muchos motivos para apoyar la causa palestina; no parce haber tantos -yo creo que más bien ninguno-, para defender los actos de un Bin Laden. Sufíes, bailarinas de siete velos ocultando su vientres gorditos, mercaderes de alfombras, funcionarios de un ministerio en Turquía, han de ser -calculo yo-, tan macanudos -o quizás más-, que un marine a pie de guerra o que un mercachifle de los nuestros puesto a colonizar una feria con sus productos con sed de monopolio ...
Por eso te decía, cuanto más leo y me entero, más crece mi difusión. En algunas cosas, estos presuntos ellos tendrán la razón; en otras, quizás me caigan más simpáticos los nuestros.
De una u otra manera, Edu -amigo mío-, yo soy de los que eligen ver la cosa a largo plazo. ¿Cayó el Egipto faraónico?, ¿Nínive fue abandonada?, ¿Roma en manos de los bárbaros? ... Así marcha la historia, así llegó el mundo a parir humanos donde antes había tiranosaurios rex y otros lagartos gigantes. Aferrándonos a la actualidad negamos el porvenir; negamos la sucesión, negamos la Muerte, tan necesaria para que otros -tal vez mejores-, al fin nos reemplacen.
Yo no creo que sean los sumisos a Allah quienes terminen dominando el mundo. Más fe le tengo a un meteorito o al imperio de la tercera ley de la termodinámica. Y ni qué decir de los tantos chinitos. Pero si llegasen a dominarlo, ¿quién diría que un Alarico sería el puntapié inicial de los famosos burgos de la liga hanseática y de los ciudadanos británicos enfrentados a Juan sin Barro, a partir de quienes se reconcibieron prácticamente -antes ya lo habían concebido los romanos-, todas nuestros maravillosos principios republicanos?
Hay que mudar, hay que atreverse al cambio, a lo nuevo, a lo que no puede ni conviene detener. El mundo sigue, nosotros no. ¿Me dan a elegir el rumbo? Una sola condición pongo: ¡amémonos! Todo lo demás, es camino errado.
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