La amarilla de Fucile a poco de empezar el partido (que lo inhibe para jugar el próximo) fue un ridículo exceso; sobre todo si se la compara con la amena permisividad del árbitro al respecto del juego fuerte ghanés. No nos cobraron dos penales (aunque el egregio comentarista Toto Da Silveira afirma que fueron tres). El foul del cual se derivó ulteriormente el penal de Suárez, y su expulsión, y su imposibilidad de jugar el encuentro siguiente, fue un invento del juez de línea. El ghanés se tropieza solo consigo mismo y el lineman levanta la bandera como si Fucile le hubiera amputado un pie.
Tal vez hubiera sido mejor que arbitrara el inglés. Por lo menos, el hombre, como patriota, tendría motivos más fundados para inclinar así de tanto la cancha.
Dicho esto, y allende la siempre presente y maravillosa garra charrúa, Uruguay está en semifinales de puro pedo. Como de pura mala pata, casi queda fuera del Mundial. Casualidad, suerte, desgracia ajena, llámenlo como quieran, pero hasta ahora, fútbol, no hemos jugado (o muy poco). Tanto y tan poco "jogo bonito" (pudiendo desarrollarlo, claro) como lo hubo en las eliminatorias; tal y como si el DT nuestro también fuera Dunga.
Si la suerte no fuera carnavalesca, llevando su alegría barrio por barrio, sería injusto. Pero como así va, así viene, bueno, aprovechemos la ola favorable, que de on shore contrario sabemos hace añares y ya estamos hasta el tuétano.
Estamos de moda; no hay caso. |