Según el censo 2010, en Capital Federal viven aproximadamente 2.890.000 habitantes, número redondeado. Prácticamente el 20 % de los que declaran vivienda en la misma Capital están en situación de indefinición habitacional. Esto es alrededor de 600.000 personas.
Alrededor de un 10% viven en hoteles o pensiones, inquilinatos, muchos de los cuales son del interior que vienen a perfeccionarse en sus profesiones o a terminar sus estudios, muchos en algún momento estarán tratando de encontrar vivienda en el término de este año y el próximo.
En la mayoría de los casos, tratándose de viviendas alquiladas, se habla de hacinamiento, lo que implica falta de desarrollo inmobiliario en la ciudad.
Desde el crecimiento de la economía que se mantiene desde el 2003, se vive en las inmobiliarias un crecimiento que se lee más bien como proveniente de las ganancias del sector agrícola, pero el crecimiento en la construcción, fue desigual y los nuevos edificios presentan servicios y lujos remotos del bolsillo común.
Mientras en Puerto Madero, zona de lujo y el mayor emprendimiento inmobiliario de los últimos años hay una ocupación real por debajo del 30 %, en la mayoría de los casos las adquisiciones son con fines de inversión.
En el resto de la ciudad, el crecimiento no llena ni al 2% de metros cuadrados construidos para la vivienda.
El boom inmobiliario provocó una distorsión del valor de los inmuebles, así como de terrenos y nuestras construcciones, a su vez, durante el mismo tiempo se prestó atención a la cantidad creciente de accidentes debido a viviendas obsoletas, que se terminaron demoliendo o clausurando, lo cual dejó las opciones de menor valor casi en cero, lo que provocó un aumento de población que vive en pensiones, hoteles o villas.
Al nuevo jefe de Gobierno le tocará enfrentar la resolución del problema, mediando para la ejecución de proyectos de inversión en viviendas.
Se sabe que hay muchas propuestas para reactivar la zona Sur de la ciudad, pero la falta de créditos, no sólo de créditos individuales, sino societarios dificultan el impulso de esos proyectos.
Como siempre, el bolsillo medio es que puede crear la diferencia, para ello hay que generar instrumentos de financiamiento, uno de ellos, el fideicomiso, no termina de funcionar en todo lo que podría, ya que requiere de un asesoramiento o actividad bajo una administración continua que al que el pequeño comprador no es muy afecto, pero es un instrumento que en otros países da muchos resultados y con los cuales se está remontando las crisis.
Otro instrumento es el leasing, esa figura que permite alquilar con opción a compra. Pero el verdadero problema, no es solamente la falta de préstamos hipotecarios, sino la lenta actividad de construcción que sufre de lo mismo: la falta de créditos.
El déficit en viviendas no es solamente falta de espacio, que no es el caso en capital federal, ya que hay mucho espacio subutilizado o directamente sin recursos como la zona Sur, sino también el rol de gobierno local para impulsar instrumentos de inversión.
Se necesitan construcciones nuevas, con infraestructura y servicios, como plazas, entretenimiento, comercio, hospitales y educación. Hay espacio, hay planes, y profesionales, fuentes de trabajo.