Si nosotros en Argentina tenemos el dorado sueño de la casa propia y esto se ha vuelto una necesidad básica y horizonte de nuestros desvelos, imaginemos por un momento la viabilidad del tal propósito en potencias mundiales como en China.
A nosotros quizás nos faltan medios, a ellos espacio, a nosotros nos amenaza la burbuja inmobiliaria, la vemos llegar, miramos cómo lentamente nos absorbe, tenemos como salvataje para las inmobiliarias los excedentes agropecuarios, los que menos disponen, por ahora, al menos pueden observar los alquileres o las inversiones en fideicomisos los más audaces;, ellos toman medidas y tratan de detener la crecida de precios ante la especulación de que el mercado inmobiliario moverá su flujo hacia países con mejor respuesta en rentabilidad.
Para detener la marea, el gobierno chino propone generar un impuesto a la propiedad, hecho histórico comenzando, como prueba en algunas ciudades.
La subida de precios conmueve a las inversiones inmobiliarias de todo el mundo, y por supuesto también toca a los países poco probable, pero como siempre, las inversiones son miradas como interesantes en aquellos países que presentan grandes posibilidades para el consumo y servicios, allí donde el desarrollo está en auge.
En ese sentido China es como un paraíso del consumo, pero como ya se sabe en cualquier mercado, donde uno de sus productos cobra importancia frente a otros, produce algún tipo de desequilibrio que a ninguna economía en su totalidad conviene.
Es el caso de Argentina, mientras Grecia no termina de salir de la burbuja, que ha generado grandes problemas e intenciones de salvataje que por el momento parecen fallidas, el resto del mundo lo toma como un ejemplo de lo que no debe ocurrir en sus propios países.
Cuando no es tarde.
En Argentina se da un efecto parecido, aunque no por las mismas razones, mientras que en Europa los excesivos créditos y los endebles respaldos de los mismos se cayeron y con ello arrastraron la economía, en nuestro caso la subida de precios se debe al exceso de inversiones, por una parte por la inyección de moneda extranjera desde varios frentes.
El turismo no sólo pasea por Palermo, barrio que contiene todo un abanico de atractivos para la inversión, con sus propuestas gastronómicas,comerciales y de entretenimiento, sino que, por ello mismo, es un interesante foco de inversiones.
En algunas ciudades de China, se cobra un especial tributo a las personas que adquieren una segunda vivienda, no sé por qué, pero parece un buen modo de frenar el crecimiento de los precios ya que hace que la compra de un inmueble no sea mejor inversiones que otros como acciones de empresas o papeles del estado.
A pesar de las grandes ofertas, Argentina sigue siendo uno de los países en los que aún el ladrillo tiene sus seguidores.
Aunque el pequeño ahorrista siempre piensa en el dólar, otros, muchos menos, en el oro, el ladrillo sigue ofreciendo la mejor promesa de reaseguro en la inversión.
La ciudad está presentando una conversión extraña en lo comercial, por una razón de consumo, los espacios comerciales del tipo “saladita” están proliferando en todos los barrios, especialmente en Palermo, donde una serie de diseñadores se han congregado para armar sus propias “saladitas”, con la consigna no de objetos adocenados idénticos, sino de diseño particular a un precio accesible, todo en el mismo lugar, copando enormes galpones donde se agrupan diseñadores que intentan imponer sus propias marcas y diseño.
Con tanto movimiento, se infiere la necesidad de espacio para el parque automotor, ya sea para la vivienda como para el visitante ocasional.
Cada barrio, prácticamente ha entrado en esta modalidad, con su propio centro comercial, y una configuración propia, sobre lo que se comercia.
No sé por qué, me suena a algo muy parecido a lo que se ve en los barrios en china, oficinas y centros comerciales alrededor de espacio gastronómico y de entretenimiento.
Será porque son un país milenario que existe desde mucho antes que nosotros que parece que ellos ya tienen respuestas para cosas que a nosotros no nos han pasado todavía,