En artículos anteriores, me atreví a sugerir la importanciainmobiliaria que en el mundo están tomando las casas embrujadas.
Con la modernidad no se ha atemperado el interés por lo oculto o lo esotérico, sino por el contrario, lo que hay es un gran despliegue de inventos tecnológicos a los fines de comprobar la realidad o irrealidad del mundo oculto.
Sin embargo, tan atractivo como las casas embrujadas, deberían ser las casas que tienen fama de haber acogido historias de amor.
En realidad, las que se conocen, son historias de amor trágicas, lo cual parece condición de las llamadas casas embrujadas, pero es por una cuestión de curiosidad morbosa, me parece.
Por alguna razón los cultores de las visitas del otro mundo sostienen que la intersección entre ambas dimensiones sólo se puede dar con un drama de por medio, ya sea de amor, o de violencia.
Creo que no son más que un proceso de prensa. Propongo que en las inmobiliarias comiencen a escribirse la historia de las casas que permanecen y en las que ocurrieron un gran amor.
Es curioso que en las novelas más leídas de todos los tiempos, del siglo XIX, tiempo favorito de generación de fantasmas actuales, haya una gran descripción de las casas o mansiones donde han ocurrido las grandes historias de amor, y aún así, ninguna está en el manual del agente inmobiliario.
De manera que hay que abrir un casting, una convocatoria, un llamado a postular casas con historias de amor, para comenzar a darles un valor inmobiliario.
El amor, después de todo es más difícil de conseguir que la desgracia, debería tener alguna cotización en el mercado inmobiliario.
En el Parque Lezama sobre la avenida Almirante Brown se encuentra la famosa casa amarilla, conocida porque allí vivió la hija del General Brown, que murió ahogada el día que debió ser de su boda, con el hasta ese momento héroe muerto, Francis Drummond, en el famoso combate naval de Monte Santiago, la mayor derrota naval argentina, en 1827.
A pesar de la desgracia, la casa postula para casa con historia de amor, hay que asumir que como las casas embrujadas, las casas de amor nacen en el siglo XIX, no se puede esperar que los finales sean felices, ya nadie de esa época está vivo.
Imagino en el catálogo de las inmobiliarias de Buenos Aires, informaciones del tipo: aquí vivió una historia de amor, Victoria Ocampo, con…
Y así, historias de amor.
En la calle Paraguay, creo que altura 3000, puede verse una placa de Troilo, pues allí vivió el músico. Entonces en las placas de las casas del amor, podría decir algo así: Aquí hubo una historia de amor. O algo como eso.
Quizás los servicios útiles no sean todo lo que se espera de la vivienda ideal, quizás es necesario ese toque místico con que las historias de amor agregan un clima romántico a cualquier ambiente.