Creyente o no, la curiosidad por saber en qué forma se manifiesta algo en una casa para que se la tenga por embrujada es bastante común.
En Argentina, es un tema que se habla entre parientes, y se trata de no dar a conocer, un poco porque en el mercado inmobiliario, parece que se desvalorizaría una propiedad en venta que tuviera el mal gusto de albergar fantasmas.
Mientras que en el exterior, son lugares que si tienen además el aditamento de haber sido inspiración literaria es condición suficiente para convertirse en un paseo turístico, convirtiéndose de la noche a la mañana por el arte del ectoplasma en una propiedad valiosa.
El término fantasma, no es en sí el problema, ni siquiera que lo haya, sino cuando el fantasma tiene cuentas pendientes, que por tradición literaria se viene a cobrar en el mundo de los vivos, lo que algún vivo le debe.
Es una pena que el mercado inmobiliario no tenga en cuenta esta característica interesante, podría, por ejemplo, sugerirse, “hermosa casa situada en Riobamba al 100, luminosa, cocina, dos ambientes, incluye espectros y servicios”
Lo de la casa de Riobamba al 100, es una leyenda urbana conocida, la llaman “La Casa de la Palmera”, la casa tiene un patio delante, con una palmera que parece gigante, creo, por un efecto óptico, el espacio en Buenos Aires es tan comprimido que la Palmera parece un ogro parado en la cueva.
Se cree, por prejuicio literario, que las casas con espectros, que van quedando pocas en Buenos Aires, desde que los bienes raíces empujan el mercado, datan del siglo XVIII, quizás hasta el siglo XX, pero la creencia general las da por antiguas, en el inmueble vivía Catalina Espinosa de Galcerán, viuda de un médico fallecido en los tiempos de la Fiebre Amarilla de Buenos Aires en 1872.
Se dice que tuvo seis hijos, cinco de ellos profesionales, de sexo masculino y una niña, devota y muy religiosa, de personalidad tímida que vivía enclaustrada, sin amigos y sin relación con el mundo exterior.
Cuando el último de los varones de la familia murió, alguien recordó a la hermana, cuando fueron a ver qué había sido de ella, la encontraron muerta, aunque viva, ahora en forma de ectoplasma, enojada con sus hermanos por díscolos y mujeriegos; se dedica a perseguir a los habitantes, manifestando su enojo mediante ruidos, llantos, puertas que se abren o cierran solas.
Algo con las fechas hace al tema, la mujer murió en 1992, con lo cual, se sospecha que debió vivir, quizás, más de 100 años.
Tal vez alguna clasificación de espectro, es que cuando estaba viva se negaban a morir y las enfermedades y los años ya le huían, quizás viva, quizás muerta, desdibujado el límite entre la vida tal como la entendemos y la vida de espectro, o algo así.
Hay muchos otros casos, este me atrajo la atención porque sucedió cerca del Congreso, y no tenía que ver con la política, pero hace poco me refirieron otro, un caso menos conocido, un departamento que se vende a través de una inmobiliaria, que se va pagando a base de adelantos en concepto de próxima compra, sin que llegue a ser habitado definitivamente.
Cuentan que los posibles compradores instantáneamente cuando lo ven, lo encuentran adecuado, en pleno centro, cómoda vivienda, luminoso y con todos los servicios. Pero en cuanto consultan con los vecinos, el primer dato que surge es el espectro que viene allí.
Las personas sensatas, desestiman el comentario para arrepentirse al mes colocándolo a la venta, nuevamente.
Dicen los murmullos que en concepto de adelanto por la compra, el departamento ya se pagó varias veces.
Mientras, por curiosidad, tuve oportunidad de preguntar sobre cuáles eran las manifestaciones del espectro, pero siempre sabemos la respuesta, llantos extraños, lamentos, puertas que se cierra o se abren, sensación de que te tocan en la oscuridad.
Pero en este caso, hay un aditamento especial, la señora, centenaria por tradición, quizás, o por olvido de los parientes, no se sabe que haya dejado cuentas pendientes como para que ande reclamando a los vivos, ahora que está muerta.
En este caso, hay entonces el condimento de un misterio.
Respecto a la inmobiliaria que ofrece esta información, como ya sabemos, ahora no por tradición literaria, sino por tradición de inmobiliarias argentinas, es un dato confidencial.