Fue una buena idea que, por irónico que parezca, levantó las iras de muchos. Lograron su propósito, el proyecto se derrumba.
El Centro Simon Wiesenthal, patrocinaba esta monumental obra que debía llevar a cabo el arquitecto Frank Gehry.
El motivo es puramente de dinero, la obra costaba demasiado y el arquitecto se rehusaba a bajar costos.
Treinta mil km cuadrados de tolerancia iba a ser, en tierra que ocupa el cementerio musulmán de Mamilla, en pleno corazón de la ciudad santa.
Todo un símbolo.
La fundación dice que insistirá con otro estudio arquitectónico, sin embargo, no deja de ser extraña a poca tolerancia del estudio de Gehry, para el museo de la tolerancia.
Es una lástima.
Pintaba para obra de arte, del tipo de museo que queda como obra para la ciudad, y cuyo costo seguramente sería multimillonariamente pagado por los que lo visitarían.
Entre los que me cuento, siempre sentí curiosidad por ese museo, por el lugar en donde estaría enclava, por lo que significa la tierra en la que estaría.
Primera vez que musulmanes y rabinos judíos se ponen de acuerdo: ambos bandos se oponen al museo.
Me pregunto si lo de retirarse del proyecto por razones económicas no será en definitiva el hacerse a un costado por una obra que puede resultar otra excusa para el polvorín que se alza en esa sensible nación.
Porque no me cierra que una obra que obviamente pondría en los libros de historia al arquitecto que la llevara a cabo, sea dejada de lado así, por razones tan espurias: plata versus inmortalidad, no son comparables.
En suma: en el asunto del museo de la Tolerancia hay mucha intolerancia.
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