Me precede, me siento perseguido, pienso que no saben separar al autor de su obra.
Me maltratan, despotrican contra mí, como si de mí dependiera que haya esas bellas niñas en el mundo dando vueltas y clamando por mí.
Nací fuera de época, hace 100 años hubiera sido placer de reyes que te gusten las niñas.
Me habrían acusado de gustos refinados, en vez de vilipendiarme.
Más allá del gusto por las niñas, hay una predisposición para abusar de mí fama y no tomarse en serio mi obra.
Si yo hubiera escrito por ejemplo:
Puto es el hombre que de putas fía,
y puto el que sus gustos apetece,
puto es el estipendo que se ofrece
en pago de su puta compañía.
Puto es el gusto y puta la alegría
que el rato puteril nos encarece;
y yo diré que es puto a quién parece,
que no sois puta vos, señora mía.
Más llámenme a mí puto enamorado,
si al cabo para puta os dejare;
y como puto muera yo quemado,
si de otras tales putas me pagare;
porque las putas graves son costosas,
y las putillas viles, afrentosas.
Les hubiera parecido grosero, innecesario, más de una de las niñas de Sintagmas me hubiera dado vuelta la mirada, con el máximo desprecio, sólo para espetarles yo en sus oídos que lo escribió Francisco de Quevedo y Villegas, 1580-1675, en una época menos tolerante hubo más tolerancia para el artista que los lectores de Sintagmas.
Hasta le pusieron nombre prosa-satírica-moral, se hizo famoso.
Pero si ustedes prefieren seguir leyéndome como si yo fuera un sátiro, al menos tengan el gusto literario de nombrarme como escritor sátiro.
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