Otro de los fenómenos inherentes a Internet es que si bien hay una parte de los cibernavegantes que adhieren a la moda de Twitter, el mensaje corto, consonántico, que responde a una sola pregunta: ¿qué estas haciendo?, hay otro fenómeno, no me atrevería a decir paralelo, sino concurrente que es el de escribir sobre la vida personal.
Si bien algunos astutos han encontrado en esa idea una explotación posible, crearon un servicio llamado blog, en el que facilitan el espacio y artilugios como los Gadget, para que cualquiera, de la manera más sencilla, pudiera darse el gusto y escribir sobre sí mismo.
El fenómeno del blog, es exitoso, porque revela algo que las empresas buscan con gran voracidad, y es saber lo que al público en general le interesa, y esa respuesta está precisamente en los blogs, pues es allí donde todos se muestran a sí mismos, ante la cibersociedad.
Esto ha hecho que aparecieran algunos efectos colaterales, como ser, que cuando alguien se cansa de sí mismo, cosa que termina ocurriendo a más corto o largo plazo, descubre que para hablar de sí mismo, el desarrollo de la escritura se desata, y pronto no sólo el blog queda chico, sino que aparece con ello la necesidad de participar en otros blogs. Hasta el momento creo estar describiendo el problema común del fenómeno llamado blogueros.
En referencia a lo descripto, no parece que hubiera ningún problema, pero lo que quiero señalar se debe precisamente al hecho de esta necesidad compulsiva, válida, que es escribir; de primera intención, las lecturas son de otros blogs, en algunos pocos casos, de libros, y como ya señalé antes, parece haber mucho contagio de la expresión escrita saturada de manifestaciones de grafías que no significan nada, por el mismo fenómeno aparece algo más, la proliferación de lugares comunes, contaminando escrituras a veces con mínimos logros.
El lugar común, en el aspecto literario, es aquella frase que por el uso y abuso ya está tan gastado y leído que no causa la impresión que se quiere dar con él.
El uso de este tipo de relación de frases demuestra la poca imaginación del escritor y sobre todo las pocas lecturas, son muy usadas en discursos políticos como el mejor modo de llegar a la popularidad, no así a la originalidad, porque el lugar común, lo familiar, en política es una ventaja, en un texto es un desacierto.
Generalmente, un lugar común en un texto es perdonable si el texto restante lo vale, pero si continúa más o menos en ese tenor, pierde interés.
Ejemplo de lugares comunes: “callejón sin salida”,“migajas de cariño”,”el vacío de la indiferencia”
Luego, están las frases que son citas: “tropezar con la misma piedra”, “matar dos pájaros de un tiro”, es otra forma de caer en el lugar común, frases trilladas que no suman nada al texto, también se llama a este formato: frase hecha, “de tal palo tal astilla”, y así.
El lugar común, generalmente suele confundirse con el cliché, que más bien refiere a una situación, que es también un tema o una caracterización, a veces el tipo de discurso, como suele serlo el discurso político, que por la misma razón, se convierte en un lugar común.
En tanto estos discursos: la cita, frase hecha, el cliché y el lugar común, se encuentran estamos ante un texto de poco valor discursivo y que más probablemente aburra.
Si se va a usar un cliché, hay que afinar mucho la escritura para construir un texto importante e interesante.
Voy a usar como ejemplo de esto un tema que he notado recursivo no sólo en este medio, sino en los blogs: el abandono de la pareja. Si se va a elegir ese tema, hay que afinar mucho la imaginación y evitar frases que ya son reiteradas en otros, del mismo tema, de manera que es buena idea leer a los otros, para saber qué no deben usar.
Cuidado con el código, esta es una expresión lingüística de tribu o local, a veces de moda, por ejemplo el hecho de utilizar el “che”, que ya es menos usado, pero que fue transformándose en otras palabras por el estilo que revelan el origen del lugar. Cuando esa es la intención del texto, es un acierto, cuando no, es falta de imaginación.
No poder despegar el lenguaje oral del escrito es falta de lecturas y de soltura.
En esta forma discursiva es fácil caer, porque da la falsa impresión de acercarse al lector, de intimidad, y en realidad lo que ocurre es una ruptura con la realidad que pretende construir el texto y la realidad del lector del texto, que si no es un efecto buscado por imposición de la anécdota que se cuenta, es un desacierto.
Un ejemplo de este uso es la canción que dice: “..te acordás hermano…”, la cual es a propósito del propósito de la canción y cumple su objetivo. Pero que en otro texto, el apelativo “hermano”, precisamente forma sistema con esa canción y genera un clima con la canción, y no con el texto.
Luego están los estereotipos, que son imágenes mentales, simplificadas de personas o grupos, cuyos comportamientos son comunes y que terminan formando parte de la razón por la que se establecen los prejuicios.
Ejemplo: “las mujeres son chismosas”, “los hombres son infieles”, son como una especie de molde al que se coloca a los personajes y se escribe sobre esas situaciones como si fueran verdades universales, y se construyen textos completos en relación al estereotipo, de manera que no hay nada que pueda sorprender al lector, el uso del estereotipo lo dice todo.
No confundir el estereotipo con el Arquetipo, que es una idea o imagen original de la cual derivan otros procesos discursivos, se toma este concepto como modelo ejemplar, por ejemplo, se ha generado un dicho con el presidente Argentino Faustino Sarmiento como alguien que nunca faltaba a la escuela, lo cual deviene del Arquetipo: nunca faltar al deber.
Al escritor se le exige escribir algo que nos sorprenda, y eso no sólo depende de la anécdota, a veces ni de su tan clara exposición o escritura, sino una forma nueva, original y que genere un clima que nos convenza que lo que nos cuenta es real.
La idea del presente artículo es reelaborar el proceso de lectura, detectar este tipo de discurso, pensar sobre su valor dentro del texto y una vez revelado, pensar en una nueva forma de decir lo mismo, pero ahora, con una mirada no tan inocente sobre el efecto de su producción.
Patogeno, viendo el resultado que usted conoce, en otros espacios, me abstengo siquiera de opinar. Salvo que los autores me lo pidan, cosa poco probable.
Gracias por su confianza en mi criterio literario. Es un halago.
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