El concepto de moneda, es bastante cuestionado. Se supone, según la definición de los gobiernos que se pusieron de acuerdo para poder comerciar entre sí, que es el respaldo en oro del país.
Cuando se dice que hay reservas, se dice que hay oro en la caja fuerte del Banco Nación.
Pero en la vida real, las cosas cambian sustancialmente, porque somos sujetos de subjetividad.
El valor de las cosas no está relacionado a la ganancia de un salario, a la materia prima, ni siquiera a la abundancia o escases, ni a la productividad y beneficio, el precio de las cosas es un precio subjetivo que meramente depende de quién desea la cosa.
El precio de las cosas depende.
El valor es una construcción, como un relato, con elementos bien elaborado sobre sus condiciones, si el relato no es convincente, la cosa pierde su precio.
El relato, además, no tiene que ser especialmente elaborado, sino que tiene un componente de astucia que tiene que ver con la perspicacia del vendedor para captar el interés del comprador.
En Internet hay una sensación de vivir la fresca viruta de la gratuidad, podemos pasar horas sin que nadie nos pueda sacar un mango.
Pero, en el medio de esa abundancia, hay algo desaforado que va desatando la conducta, comienzan a aparecer demasiadas cosas en las que estamos interesados.
Cuanto más interés, más probablemente se va construyendo el precio.
Un buen ejemplo es el sitio del momento, que generó tanta polémica y que aún está en proceso: MegaUpload. El sitio podía ser de uso gratuito, sin siquiera solicitarnos nuestros datos, podíamos bajar los archivos que quisiéramos.
Pero el dueño del sitio, sabe muy bien lo que es valor, y tenía un sistema de construcción del precio que con pocos recursos, apelaba a nuestra condición de seres subjetivos: el precio dependía de tu deseo.
Cada vez que intentabas bajar un archivo, el sistema te hacía esperar 60 segundos. Te presentaba una cuenta, segundo a segundo, antes de permitirte bajarlo, y si no estabas atento al momento de liberarte el archivo, volvía a comenzar la cuenta.
En cambio, si el interés era suficiente, la actividad tenía precio. Esa era la diferencia entre esos 60 segundos y tu archivo: tu interés.
Es así que con una simple fórmula, se hizo millonario.
Ahora, está preso y cuestionado por asuntos de propiedad intelectual, aunque no tengo dudas que no se trató de nada que tuviera que ver con la protección de los intelectuales, sino con un negocio millonario al que le faltó algún pago, en el medio, a alguien.
Si de propiedad intelectual se tratase, en vez de encarcelarlo, podrían obligarle a pagar a los autores que les debe en vez de meterlo en cárcel, que es una acción inconducente que no beneficia a los autores.
Los archivos seguirán circulando, de la misma manera que la ciencia evoluciona a pesar de la reticencia de las religiones y de los gobiernos, porque somos seres diseñados para pelear porque nos permitan la evolución, para ir siempre más allá, sin que nos importen mucho leyes con las que nos sentimos identificados.
Cuando bajamos un archivo no sentimos que estuviéramos cometiendo un delito, sentimos que estamos avanzando en algo.
Sin embargo, no sé por qué, no se copia una idea tan exitosa como la de MegaUpload, por qué no disponer de algo parecido, de ese modo, el valor, el precio que estén dispuestos a pagar los que tienen suficiente interés en no esperar esos 60 segundos, financiarían a los autores, haciendo legal un negocio y una idea, que de todos modos, más tarde o más temprano encontrará el modo de surgir.
Sencillamente porque el precio de las cosas es inexistente, es un valor tan arbitrario como el que meramente gestiona nuestros intereses, que también son arbitrarios.
Los que anuncian que todo en Internet va camino a la gratuidad, quizás tengan el 50% de razón respecto a los que dicen que por el contrario, pronto todo será pago.
Puede ocurrir ambas cosas, y dejar en el criterio de los usuarios, en sus intereses, la decisión.
Ana Abregú.
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