Alguien, en pleno conocimiento de la naturaleza humana, desparramó tarjetas de memoria en un ignoto baño público frecuentado por soldados estadounidenses, en Medio Oriente.
Ahí, en donde se difunde que esos soldados están allí para brindar “apoyo” para la guerra de Irak, evitando la palabra “ocupación”.
Las tarjetas eran un anzuelo, adentro, portaban un gusano informático es similar al “Stuxnet”, un gusano que intentó penetrar en el programa nuclear iraní para inhabilitarlo.
El que “sembró” las tarjetas sabía que en algún momento un soldado se llevaría dichas tarjetas y trataría de usarla en una computadora militar, lo cual fue lo que ocurrió exactamente.
El gusano comenzó a propagarse desde sistemas protegidos del comando central estadounidense (Centcom), y desde hace aproximadamente 14 meses que circula bajo el nombre clave de BuckShot Yankee.
El ataque comenzó en el 2008, y recientemente se ha admitido su existencia, se supone que es porque ya están en vías de neutralizarlo.
Parece que el gusano tuvo una escalada tan peligrosa que inició una verdadera ciberguerra, iniciando operaciones de sabotaje y escalando en la penetración derribando puertas de seguridad y generando la idea de que no es un ataque que se va difundiendo al azar de la torpeza, sino que es un gusano que avanza con metas programadas, bien dirigidas, o sea, una verdadera evolución en asuntos de contaminación viral, casi un programa que utiliza un concepto de inteligencia artificial, aprende y avanza.
Centcom declaró que el gusano parece perfectamente capacitado para detectar y desarmar controles de acceso hacia centrales nucleares.
Hay alguna confirmación de que se ha encontrado el gusano en notebooks del reactor nuclear de la provincia de Bushehr, localizada al sur de Irán, en el golfo pérsico.
La aterradora conclusión es que la ciberguerra ha comenzado.
Ahora, la escalada de armas no se realiza con armas físicas, sino con cerebros e inteligencia capaces de pergeñar defensas virtuales y redirigir ataques virtuales.
La capacidad de dominar la tecnología será la que incline la balanza.
Un caso a recordar, respecto que de la ciberguerra plantea nuevos paradigmas de batalla fue cuando un pirata atacó el generador eléctrico en el Laboratorio Nacional de Idaho y se supo que podía lograr que los sistemas informáticos de control iniciaran actividades de autodestrucción.
Es para preocuparse.
Desde algunos países con menor poderío informático, no nos queda más remedio que observar atónitos y expectantes la capacidad de ciertos seres humanos en generar peligros mundiales con la mayor liviandad, sólo, en algunos casos por el desafío intelectual o tal vez por la peregrina idea de “hacerse dueños del mundo”.
No tengo duda de quién pagará la enorme cantidad de recursos que serán necesarios para subvencionar las defensas en esta ciberguerra: nosotros, las sufridos personas comunes.
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