En los tiempos de chat, las redes sociales, el Twister, la mediática tv, el futbol, el acomodamiento de la cultura parece pasar de largo.
La cultura ese bien común que se le trasmite a los hijos, y que ampara las formas de trasmitir nuestra identidad y valores que hagan sentir orgullo a la gente, ¿dónde está?
La gente utiliza todos los medios para pasear su “masividad” por todo lo que le ofrezca un minuto de fama, es así que asistimos a situaciones que no hacen más que crecer en vez de detenerse.
No hace falta que mencione cierto fenómeno que ha llenado las pantallas argentinas bajo una máscara que todo lo que ha hecho es mostrar la evidente visión de los discriminadores de siempre: la sexualidad de una persona se ha vuelto tanto o más importante que la persona, visión que se creía superada para los argentinos desde que admiten que una persona, con la verdad de su sexualidad ha triunfado.
No se entiende si no se le perdona a dicho personaje que no admita lo que no quiere admitir en tanto que los que lo presionan sostienen saberlo y la respuesta que exigen es que dicho personaje lo admita.
A eso hemos llegado, la alineación popular a develar tal “misterio” no es lo difícil de admitir, sino lo fácil que lo tienen los que promueven ese tipo de discusiones, y que luego de haber probado el “poder” de la maledicencia se encarga además de destruir carreras, personas, prestigios o quizás, justamente de revelar lo que detrás de todo eso se esconde.
Mientras, los que dicen intentar sostener la “cultura”, alejados de las preferencias de la masa, no hacen más que quejarse, ante los que adhieren a esa opinión, razón por la cual no es necesario emitirla, y por lo tanto, sin advertirlo, se contagia y contagia de lo mismo que dice rechazar: la crítica a los programas que comprenden mejor la “masa” que ellos mismos.
Ya lo decía Ortega en “la rebelión de las masas”: Como las masas, por definición, no deben ni pueden dirigir su propia existencia y menos regentar la sociedad, quiere decirse que Europa sufre ahora la más grave crisis que a pueblos, naciones, culturas, cabe padecer.
Cambie Europa por Argentina, y verá que ni siquiera somos originales.
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