El tipo goza de tan buena prensa que basta que alguien tosa para que los que lo rodean se aparten espantados y lo miren como si fuera Anibal Lecter.
Todos andamos como androides fóbicos, fijándonos en los demás como si fueran “ellos” los culpables de la diseminación del virus, sin sentirnos participes del descalabro.
Nosotros somos los concientes y nos cuidados, los otros no.
A raíz de esta epidemia de culpables, que somos todos, en la calle nadie tose, o se han vuelto educados de repente y si lo hacen se tapan la boca, o se soplan la nariz con los pañuelos y escupen en él, en vez de en el piso como es usual en nosotros los hombres.
Luego, andamos con el bulto en el pantalón, el spray de gel, no sé para qué, si donde vayas te ofrecen alcohol o gel, y en aquellos baños de bares históricos en donde el papel era un invento demasiado moderno para habitar en el baño, de repente, siguen sin papel, pero ahora hay jabón, secarte, al mismo estilo que antes, en tu ropa o sacudiendo las manos.
El traste puede seguir sucio, pero que no te laves las manos significa que sos el enemigo número 2 de la humanidad, el enemigo 1, sigue siendo Anibal Lecter.
Conozco gente que antes de esto era obsesiva de la higiene y ahora se han transformado en una grabación permanente de una sola frase: “te lo dije”, y no hay cómo contradecirlas.
La neurosis de la limpieza ha alcanzado a todos los niveles, el otro día, sin ir más lejos le vi por primera vez las manos al mecánico de mi auto.
Nunca pensé que las tenía blancas, no le gustó nada mi sugerencia de sacarle una foto, porque no sé cuándo será que las tenga de nuevo de ese color.
Y encima, gente que antes no era obsesiva con la limpieza ahora ha empezado a serlo, lo peor no es eso, lo peor es que te miran como si uno fuera un criminal sólo por no ser tan obseso como ellos.
No sé, la gripe A es una excusa para que esos obsesivos de la limpieza te invadan con sus neurosis de contagio de cualquier cosa.
Y a mi, me ha provocado una especie de contra-neurosis, un rechazo, no me lavo las manos, no uso alcohol en gel, no he dejado de ir al bar por las mañanas a tomar el café del desayuno leyendo el diario, y sobre todo, no me importa quién me mira como si yo fuera un inconciente.
A ver si esos obsesivos comienzan a perder el miedo al enemigo invisible y a tenerle miedo al enemigo visible o sea yo.
Qué tanto.
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