En Argentina se da el extraño fenómeno que somos uno de los países con mayor cantidad de accesos a Internet, pero de menor consumo en el comercio electrónico.
Sin embargo, el crecimiento de consultas de productos por Internet es también de los más altos.
El comportamiento de los usuarios indica que se hacen consultas en Internet para seleccionar el producto, pero la compra efectiva se realiza mediante los canales tradicionales.
Es por ello que las transacciones del tipo carrito de compras, se gestionan en circuitos internos de las empresas, mediante notas de pedidos sin compromiso de concretar, puesto que el comportamiento usual de los usuarios es no colocar datos personales en sitios de compra de productos, cuando se tiene la posibilidad de ir al lugar físico, o si no directamente se desiste de la compra.
Esto pareciera indicar una mayor conciencia en ciertos países sobre los riesgo del comercio electrónico, sin embargo en referencia a las estadísticas, perece un riesgo salvable, salvo por el hecho de que las estadísticas existentes revelan un perfil de países que usan el comercio electrónico en forma exhaustiva, en nuestro país tales estadísticas parecen irreales.
Significa que las empresas tardarán un poco en sumarse a la propuesta del comercio electrónico que parece más bien apuntar, por ahora, a los grandes conglomerados de negocios como supermercados o comercios por el estilo.
Quizás no esté mal esperar, quizás sea mejor ver en qué fallan los sistemas actuales, hasta encontrar el que nos quepa mejor a nuestra idiosincrasia.
Apoyo la prudencia por sobre el tecnicismo devorador, como una de las medidas más sanas en épocas de crisis. Lanzarse a un mercado con una tecnología o método de gestión comercial y económica, que no está lo suficientemente probada, es cuanto menos un riesgo que se puede evitar.
Mientras, hay soluciones interesantes que involucran el carrito de compras sin caer en el circuito financiero que promueven los métodos del dinero electrónico, donde los aspectos de seguridad son cuanto menos enigmáticos, siendo que hay evidencias de que pueden ser vulnerados con mecanismos tan misteriosos como lo son, aparentemente, los sistemas considerados seguros.
Podemos acceder a lo intermedio, sin caer en la exageración.