Carina alquiló un vientre en Estados Unidos para gestar a su hija. Lucía es ciega y crió sola a su hija. Valeria parió a los cuarenta años y relata en tiempo real como se tiene a un hijo. Marcia y Teresa son pareja y gestaron a Alex por fertilización in Vitro. Estas son algunas de las historias que relata Mariana Perel en el libro Darse a luz. Ofrecemos un adelanto.
Mujeres atravesadas por la experiencia de la maternidad. Un hito que plantea un antes y un después. Este es el motor de una búsqueda que, en realidad, no acaba, solo reposa en estas páginas para ser contada de alguna manera; la que surge de este coro de voces, las voces que forman el cuerpo de este libro.
En principio, intento retratar la simpleza. Pero no puedo, no existe tal cosa: la maternidad, como cualquier otro rol familiar, nos enfrenta a situaciones, cuanto menos, complejas. Quizá de niñas jugamos a ser madres. Que diferente es cuando el juego se hace realidad. Definitivo.
La investigación me entusiasma. Empiezo a barajar distintas ideas y posibilidades, entretejiendo las unas con las otras, cuando me encuentro en plena Avenida Santa Fe con una mujer y su bebé desparramadísimo en el coche. Después de todo lo que se puede contar durante un café y diez años de no verse, me confiesa que el vientre de su empleada doméstica acunó a este hijo suyo que despereza su vida nueva tras la siesta. Pregunto si podría recrear la historia en el libro que no escribo todavía. Luego de consultar a su marido, no solo se niega, sino que rehúye mis llamados. Para entonces, reconozco el tenor de las vivencias que serán escritas. Y embarcada en la búsqueda de emociones (así de) fuertes, la maternidad se me aparece en todas sus formas y variantes: en la calle solo veo embarazadas. Todo libro sobre madres cae, indefectiblemente, en mis manos. Cómo perderme la película de aquella adolescente que decide entregar a su hijo en adopción. Pobre mi tía abogada que en cada encuentro familiar se resigna a detallarme conflictos de maternidad a resolver en los juzgados. Ávida yo en busca de testimonios. Hasta que de a una, como parte de una selección natural y obvia, voy encontrando a mis propias mujeres. Con menor o mayor reticencia, aceptan. Su identidad será preservada, tal vez esto ayude, y sus ganas de contarse, por supuesto.
No dudo sobre el principio y empiezo por Carina quien, a pesar de no concebir, gesta a una hija propia. Aunque en Estados Unidos, aunque en un vientre extraño. Qué fue de ella durante los nueve meses de embarazo; cuánto se abrió en un parto tan propio como ajeno. Pormenores del plan que pudo llevar a cabo con éxito y por internet.
Había leído sobre Luciana: una mujer venida del monte chaqueño, sola, pobre y limitada en sus capacidades. Sin embargo, fue capaz de criar a su hija querida que hoy es toda una adolescente. De un llamativo buen humor, y bonita. Luciana es fácil, responde absolutamente todo.
Cuarenta años transitó Valeria para ser madre del pequeño Milo. Tantos amores fallidos, más de un secreto, y armó una familia propia después de todo. El relato de su parto se impuso por minucioso, por
Conozco a Mónica desde hace años. Su historia debe ser escrita: madre de una niña enferma fue capaz de entregarse cómo jamás lo hubiera imaginado. Aprendió todo siendo madre.