Parece un signo de esta época, el hecho de estar contando cosas a millones, pero no cosas de las cuales enorgullecerse, sino de las peores, de la que da vergüenza admitir: abusos sexuales contra menores, robos a bancos, excesos de todo tipo.
Hace poco fuimos testigos de la tontería cometida por Matías Ale al publicar el exceso de velocidad en una ruta y la imprudencia era el protagonista, podía haber pasado lo peor, pero para el ex conyugue la emoción, lo que él sentía era más importante que el resto del mundo, y no se le ocurrió mejor cosa que compartirlo en su twitter.
Ahora apareció un caso insensato, un ladrón robó en una entidad finaciera en Oregon, Estados Unidos, y no se le ocurrió mejor modo de festejar que comentarlo en una red social, con la frase “Ahora soy un ladrón de bancos”, levantó todas las alertas del FBI quien comenzó a seguirlo como una pista posible, hasta encontrarlo y comprobar que era, efectivamente, el mismo que había filmado las cámaras de seguridad del banco, aunque no se explica bien el caso, ya que el ladrón entró disfrazado de un personaje de la caricatura Waldo.
Hay varias cosas que me inquietan de esta noticia, principalmente que hay inteligencia de estado en las redes y que nada de lo que se hace en Internet es pasado por alto.
La verdad es que no sé decidir si eso es bueno o es malo.
Por una parte sin ello, no hubieran atrapado a un delincuente, y tantas otras actividades delictivas, pero por otra, es obvio que no existe intimidad en la red.
En una ocasión un informático me dijo que todo lo que pasa por un servidor externo es público, incluyendo los mails, de manera que son medios en los que no se debe confiar, ante lo cual yo pensé que nada hacía yo con mi mails que le pudiera interesar a “inteligencia”.
Pero no deja de ser perturbador que seamos tan públicos.
Claro que una red social persigue precisamente eso: la exposición y la expansión de amistades, contactos u otras actividades, por lo mismo, que el estado esté “vigilante” de toda esa información que debe ser una montaña de basura sin importancia.
Da que pensar.
También da que pensar las cosas que hace la gente de la que no tienen conciencia por lo que es correcto, no hay pudor ni vergüenza, la necesidad de exhibición es impresionante.
Será que soy un señor al que educaron de una forma en la que la imagen frente al prójimo, además de parecerse a la real, lo más posible, debe ser correcta, honesta y en ningún caso hay que bajar la guardia con la consideración hacia los demás.
Actualmente la exhibición de malas palabras, mala educación, peleas, y exposición de intimidades es tan grande que ya estamos anestesiados, no nos importa nada la imagen, y por lo tanto no nos importa la intimidad de nadie.
Es la era del exhibicionismo.
Este mensaje no es de queja ni de nada, no sé si es mejor o peor, algunos confunden esta suerte de mala educación con franqueza. Personalmente creo que cuando se pasa un límite, ya no hay marcha atrás, y todo se empuja más allá del límite que va apareciendo.
Eso, está apoyado por una programación de televisión bizarra que aunque muchos digan que es simple apagar, lo cierto es que la caja boba es como un electrodoméstico importante que te mantiene informado, entretenido y es difícil prescindir de eso.
La vida es demasiado dura y toda distracción respecto a esa realidad es bienvenida, sobre todo cuando nos muestran personas que en algún punto nos parece que son peores que nosotros.
En la televisión hay gente linda por fuera, pero fea por dentro, a la que le pasan cosas insólitas que no nos pasan a nosotros, de manera que no se la puede culpar de hipnótica.
Como sea la era de la exposición ha venido para quedarse, parece.
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