Escuché en un bar la siguiente conversación: alguien comentó que no entendía por qué la gente que vive en Quilmes no se mudaba si sabía, que todos los años Santa Rosa hace de las suyas. Ante lo que otro comentó: no lo digas en voz alta que si esos se mudan se puebla Buenos Aires de chorros.
Esa conversación repulsiva, manifiesta dos cosas, por un lado ignorancia, por el otro una terrible discriminación.
Ojalá me hubiera animado a comentar que Buenos Aires ya está lleno de chorros, y no son precisamente de Quilmes, están manejando empresas, multinacionales e incluso trabajan para el gobierno, ese que debe proveer seguridad ciudadana, no sólo contra los chorros, sino también contra la rapiña empresarial.
El trazado urbano, así como los medios para que una ciudad no se inunde es responsabilidad de su intendente primero y así, escalando, hasta el gobernador de la provincia.
Para eso son los impuestos y para eso son los empleados del estado.
Que mucha gente no pague impuestos es una consecuencia, no una causa. Nadie ve el reflejo de sus impuestos en los servicios, sino todo lo contrario, todo se ve cada vez más deteriorado, cada administración “ruega” porque no se le “caiga nada” y que se haga cargo otro.
Las “soluciones”, son equipos de rescate, que es como encender una hoguera y como medida de precaución tener un frasco de Pancután, mientras los bienes alrededor son todos inflamables.
La consigna, es escapar, perderlo todo y que casa uno se salve como pueda. Esa son las acciones en esa zona, todos los años, ¿soluciones?, ninguna.
Año tras año se “crian” generaciones que huyendo de la desidia aprende que nadie se hará cargo, que perderán cada vez más y por lo tanto no se sienten ni protegidos ni representados por los gobierno.
No es que hay pobreza y entonces hay chorros, el gobierno, con mirar para otro lado cultiva prolijamente y con eficacia un desamparo social, caldo de cultivo para enfermedades, delincuentes, drogadicción e ignorancia.
Cuando se ha perdido todo, lo único que queda es ver qué se puede sacar a otros, porque el instinto de supervivencia está por encima de convicciones morales, sobre todo cuando estas últimas están modeladas por la indiferencia ajena.
El gobierno, mientras, espera que el agua baje, para “volver a la normalidad”, pero no se equivoquen, cuando el agua baja, no se lleva ni la inequidad, ni el desamparo, ni la sensación de pérdida. Ya es tarde porque el agua no se lleva lo más importante: la indiferencia.
A ver si despierta el gobierno y si no puede ofrecer soluciones para el agua o los problemas de sudestada, por lo menos provea refugios reales, contención y resarcimiento de bienes.
Yo siempre dono mis vueltos a los hospitales, no tengo problemas de ayudar un poco más para los evacuados, que los supermercados ayuden.
También suelo enviar donaciones de mantas y juguetes a los niños.
Que todos ayudemos.
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