Leí en la página de Yahoo, que en estados unidos la carne sale “procesada”, eso quiere decir que ese hermoso color rojo que invita a hincarle el diento no vino naturalmente con la vaca, sino que son aditamentos artificiales que los mataderos les agregan.
Y eso, parece, es un problema para el riñón, ya que el mentado color tiene mucho contenido de fósforo y potasio.
Para los que ya viene con el riñón en baja, es un problema.
Ahora, me pregunto: ¿Y en Argentina? ¿Qué pasa acá?
Tengo mis dudas porque si hay algo que de los norteamericanos conocer bien es del consumo.
Si ellos le meten algo adicional a la carne es porque seguramente hay alguien que gana mucha guita con eso, y según nuestra idiosincrasia, nosotros copiamos todo a los países extranjeros, con la diferencia que nos “ahorramos” grácilmente los estudios necesarios para prevenir al consumir, e incluso, si se hicieran, se disfrazarían los inconvenientes, no con un informe artificioso en las etiquetas, sino con uno de esos papeles que ya vienen impresos, masivos, para qué perder el tiempo escribiendo etiquetas, llamados billetes.
La cosa no es tan liviana, o una mera cuestión de los yonis, es grave, el exceso de fósforo en la sangre produce enfermedades cardíacas, enfermedades en los huesos e incluso muerte en algunos casos.
Los productos ricos es fósforos, son los lácteos, granos integrales (no son tan sanos como los nutricionistas de la nwe Age postulan), frutos secos.
Quisiera saber de algún estudio en Argentina que determine el nivel de fosfato en los productos que se comercializan aquí, quisiera saber.
Encima, en el país de los yonis, esa información viene en la etiquetas, de esa manera la población está informada.
Aquí la única etiqueta que tiene la carne es la que dice el vencimiento, que si se fijan bien, a veces la fecha de proceso, es mayor a la fecha del día, por lo menos eso he observado en cierto supermercado.
Magias de la argentinidad.
Por otra parte, si se exigiera tales cuidados a los matarifes Argentinos, ya me imagino el piquete de todos los gremios, pretendiendo que se traslade ese costo a “otro”, que nunca son ellos.
Lo que debería ser un alimento confiable, bien etiquetado, no sería un servicio obligatorio de los que nos venden productos, sino un gasto doloroso para el consumidor.
Para cuándo una administración que piense en la gente.
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