El fenómeno considerado como el neonazismo, grupos de personas rapadas de comportamiento xenófobo acompañado de acciones violetas, no parece un movimiento ajeno a la política de corte neoliberal, que concentra la riqueza y multiplica la pobreza, la opulencia se suele relacionar con el poder, en el sentido que no parece posible una cosa sin la otra.
El desenfreno del consumo de unos pocos, se enfrenta con el límite de los muchos que no tienen nada.
De la misma manera que los pobre miran con desagrado el despilfarro y la indiferencia con que ciertos jóvenes acceden a lujos, mientras ellos no tiene siquiera cubiertas las necesidades mínimas satisfechas, enfrenta a dos grupos ante el mismo modo de descomprimir la situación: la explosión social.
El grupo de la pobreza, no defiende ideología, ni distingue entre el dinero ganado y el dinero regalado, simplemente sus necesidades son primarias: comida, trabajo, salud.
En los grupos de jóvenes pudientes, por el contrario, el rechazo por las etnias, colores, tribus, es ideológica, su necesidad es la protección de lo que ya tienen y el derecho al uso y abuso sin que tengan, ni que compartirlo, ni que soportar la mirada de una sociedad que sojuzga comportamientos tan extremos.
Hay en el mundo aproximadamente 800 millones de pobres, en América latina hay aproximadamente 200 millones, la cuarta parte.
Mientras, es en América latina donde se encuentra la mayor concentración de emigrados de otros países, en algunos casos, como víctimas, en otros como victimarios.
Es la condición exacta de la que se nutre la ideología neonazi por un lado, las víctimas de esa ideología por el otro: los pobres.
El factor que se repite en todo el mundo, y en Latinoamérica, agravado por las cifras, es que los neonazis son protagonistas constantes en agresiones hacia pobres, sean estos emigrantes, inmigrantes, y de cualquier raza y religión.
Debido a que los países explotados por las naciones ricas, son los tienen más pobres, y sobre todo pobres que emigran, esa es la población más castigada por los actos discriminatorios, violaciones de derechos humanos y asesinatos impunes.
Los pobres, de cualquier país, son ciudadanos de segunda para los neonazis y las leyes no son tan rápidas a la hora de enjuiciarlos o siquiera castigarlos, tienen el dinero y toda la educación de los cerebros del país que sea para probar que pueden llevar a cabo cualquiera de esos delitos y seguir con sus vidas.
Hasta qué punto se puede llevar este tipo de situaciones antes que se generen graves problemas sociales, es la clase de problemas que el planeta tendrá que enfrentar en la próxima era que nos espera.
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