Que Alemania es una máquina, que Argentina tiene brillantes individualidades, que Uruguay es un ejemplo de lucha y esfuerzo, y sigamos con los demás, si sí, todo bien, pero lo de Brasil es otra cosa, está más allá del fútbol.

Lo que hace Brasil es arte.

El juego es una simple excusa para estos tipos. Un trabajo que hacen durante un rato, diez, quince minutos, y de pronto sacan un pincel colectivo y pintan una jugada amarilla sobre el pasto verde, única, nueva, original, recién inventada, un repentino dibujo enloquecido de pura belleza.

Ni falta hace que ganen. Eso es lo de menos. Lo que importa es que jueguen, que saquen de adentro de las reglas de un juego que tal vez pudo haber nacido tosco y aburrido, cada tanto un relámpago de belleza geométrica y plástica, esa creación fugaz que termina siendo infinita en la memoria.

Nada se parece a lo que ellos hacen. Algún despistado puede mencionar el ballet, no no, nada que ver, las figuras del ballet son pautadas, repetidas, celebradas una y otra vez. Un gol armado entre Dani Alvez, Kaká, Robinho, Maicon, Lucio, Luis Fabiano, es una figura única e irrepetible, algo que sucede una sola vez en la vida y jamás podrá volver a darse de la misma manera.

Los jugadores de Brasil construyen con la excusa del fútbol la forma de un arte inigualable.

Y bueno, pero igual les vamos a ganar...