Siempre he pensado que de China llegan cosas sorprendentes, son capaces de copiar de todo, a tamaños inconcebibles.
Recuerdo una historia que circulaba hace años, cuando surgió la fibra óptica, se decía que los ingleses habían enviado un cable del tamaño de un pelo a los chinos, jactándose de haber creado el cable más delgado del mundo atreves del cual circularía luz; los chinos le devolvieron el pelo, pero hueco.
Esta anécdota revela algo que ya es común: los chinos imitan todo, mejor y peor, de la mejor calidad y de la peor, con los mejores precios, por ello el mundo está invadido con productos chinos, satisfaciendo algo que hace mucho ellos saben: mientras nos vendieron la fábula de la calidad, ellos usan la realidad del todo cansa y hay que cambiar, entonces para qué perder dinero, tiempo y recursos en la calidad.
Y tuvieron razón, el mundo consume todo tipo de productos chinos y ni se queja si vinieron defectuosos, simplemente compramos otro, ni garantía tienen, no la necesitan, vienen con una garantía segura: serán de vida breve. Y ya lo hemos asumido y no nos importa, nos sumamos al use y tire con alegría de gran consumidor.
Mientras, en Japón, la cosa va por otro lado, ellos son exquisitos, no sólo en las formas sino en las percepciones, ellos usan al igual que el resto de los países ese aprendizaje de una sociedad que hace rato hizo del consumo una forma de vida, de glamour y de objetivo, pero el modelo de inundar el mercado no los convenció.
Con esa idea crearon un procedimiento para no gastar recursos, tiempo y dinero, crearon un cartel digital que observa a los compradores y les ofrece aquello que ellos desean.
Se están probando en centros comerciales.
Con tecnología NEC, el cartel incluye un software de reconocimiento facial, identifica el sexo del comprador, la etnia y edad aproximada.
No deja de llamarme la atención que entre la elección de condiciones para comprar se tenga en cuenta la etnia, que es casi como decir que la raza hay una tendencia en las compras o una selección determinada.
No deja de sorprenderme también que cuando leí sobre este artilugio se hizo referencia al hecho de dar como ejemplo que si eres mujer, te ofrecen un perfume, como ejemplo.
Lo que creo es que si es real lo del cartelito buchón, habrá muchas sorpresas, empezando con que las mujeres son como usinas, no se interesan por los perfumes, solamente, sino por todo, y por otra parte los varones, somos unipensadores, nos interesamos en una pocas cosas y somos estables, nos interesan siempre las mismas.
Con esto quiero decir que considero a las mujeres muy adaptables a gustos y a actividades y que los hombres somos muy estables y cuando crecemos somos lo mismo pero con juguetes más caros.
Gastar en tecnología para lo que los chinos descubrieron fácilmente, me parece un despropósito.
De manera que tengo otra visión del dichoso cartelito, creo que es completamente al revés, dicho cartelito no está para “adivinar” mis gustos y mostrármelo, sino para entrar en mi mente y enchufármelo.
Propaganda subliminal se llama, y está prohibida en todos los países, que yo tenga noticias, si se cumple o no, no se sabe.
Ahora me siento metido en aquel viejo programa de Columbo, en el que un personaje mediante una propaganda subliminal inducía sed en la víctima obligándola a salir para tomar algo y cometiendo el asesinado en ese momento.
Estoy siendo llevado a tomar algo, tengo sed.
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