Mientras Europa se horroriza porque el Rey Juan Carlos resultó que no era de yeso bajo la corona, sino un simple mortal con una o varias amantes, no se entiendo que eso sea peor que haber matado un elefante por placer personal.
A mi francamente, el hecho de que el rey descargara el arma sobre una amante más linda que la sí tiesa, de escayola y acartonada reina, hasta me parece sano.
El escándalo de la amante, no sería tan grave, sino fuera que ahora le deben encontrar sentido a algunos negocios, transas que se hacen entre sábanas, secretos de estado qué quién sabe cómo se usaron.
En cambio, el pobre elefante, no tuvo ninguna oportunidad, se fue al otro mundo y quién sabe, los colmillos se estén luciendo, como símbolos de los cuernos de la reina en algún salón real.
Pero en el más arriba de los hombres y las cosas el equilibrio debe sostenerse, tal vez para que no se nos caiga el cielo, por conexión divina entre elefantes, al menos se conoce la venganza de uno.
En el zoológico de Nueva Zelanda un paquidermo usó de silla a una empleada que murió aplastada.
Este animal, había sido rescatado de un circo, aunque se lo tiene por bien adaptado, se sentó encima de la mujer.
No queda claro qué pasó, ni qué hacía la mujer detrás del elefante, pero me gusta pensar que hay una especie de energía vengadora.
Claro que pobre empleada, lo menos que debió pasar es que fuera el rey, pero ya se sabe, los elefantes no tienen ojos en la espalda.
Un responso respetuoso para la empleada, y otro tanto para los elefantes, probablemente ambos víctimas de la necedad humana.
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