Una es una noche a la intemperie, mirando el agua oscura del mar, donde rozan sueños e imaginerías, acaso un olor extraño en el que picotean los pies algo a la deriva que no se alcanza ver, ni a definir, ni a sospechar.
La otra es tu mirada; las cuencas igual de enigmáticas con el brillo del mismo sueño.
Se intercambian.
Quedo entre repliegues de tus cejas. Y vos eso sombrío que no alcanza a definirse, en un recuerdo destinado a contarse como si no hubiera ocurrido.