Tomás dos o tres palabras alrededor de la cuales armas frases, por ejemplo, la palabra suposición, y sus variaciones, suposiciones, suponer, o sea como adverbio, como sustantivo, como verbo; todas características que la hacen buena para este experimento.
Usamos otra, bastante diferente, o que consideremos diferente, árbol, por ejemplo, que se relaciona con la tierra, palabra común, de connotaciones ambiguas, para algunos indiferentes, para otros un bien preciado de la tierra, símbolo de la vida, y por lo tanto una certeza sobre la existencia de la realidad; y una tercera que haga referencia a algún sentido, nariz, por ejemplo.
Ahora te propones una narración mínima con esas tres palabras, y aunque no llegues a buen término, hay una cosa de la que no se puede dudar: los pensamientos se trasladan a un espacio en donde no está tu cuerpo; y tu cuerpo se queda en algún lugar, sin vos adentro.
Lo que a mí se me ocurrió es que un árbol olía a algo tan inexacto que encuentra eco en moléculas de nuestro cuerpo y nos trae de vuelta algún pasado. Esto presupone que hay un árbol en cada instante de nuestra existencia, por ello, el árbol, o su olor, son una medida del tiempo fuera de las hélices de los relojes.
En la frase anterior, aparece una ambigüedad, no se sabe si he cumplido el objetivo de narración breve, o es una ejemplo de cómo utilicé las tres palabras que propuse, sin consecuencia, puesto que la narración continúa, luego de la palabra relojes y después de la preposición en.
Si posteriormente elegís otra palabra, por ejemplo contracturas, y adoptas algún que otro personaje mínimo; alguien que escucha, alguien que mira, otro que sólo está ensimismado, pero que tal vez sería un testigo, e inicias una narración breve, partís de un supuesto similar al anterior, agregándole algunas escenas cargadas de oscuridad y misterio, como por ejemplo, que con estas simples palabras, disimular un nombre al o los personajes, cerraría una sórdida historia a la que se contamina con alguna palabra sobre política, y ya, esa sola mención, la palabra política, y tal vez, una forma de la frase con un narrador en primera, un yo, y una ella y un él, artículos de ambos géneros, se podría decir, sin que se nombre que estamos escribiendo una historia de triángulos, con cuestiones políticas incluidas.
Aunque en definitiva, la historia no haya contado nada, o sí, sólo que no la comprendiste. Porque todas las historias, tienen ese lector al cual está dirigida y bajo cuya mirada el relato se vuelve tan dócil como esquivo para otros.
Dos o tres palabras bastan para una narración breve, brevísima, incluso para la que incluye un misterio que no se devela al final del relato, sino que está en el mismo título, suposiciones y contracturas y dos o tres frase después de comenzado.