En las palabras sos siempre una desconocida. Los que te conocen no te oyen nombrar palabras que están en tus textos, ni tan siquiera te conocen ese nombre que usaste y en el que pretenden ubicar un eco de sí mismos.
En el aglomerado de tus escrituras, quieren encontrarse aunque más no sea en alguna escena, en una palabra, en una historia.
O todo lo contrario cuando se trata de mezquindades, de historias en las que nadie se quiere incluir.
Que una sea anónima, que use seudónimo o tan siquiera sea invisible, leída entre esos mismos conocidos o desconocidos, no disminuye el hecho de que en el fondo de sus miradas, se ven expuestos, ya sea por reflejo, ya sea por ausencia.
Si tan siquiera acertaste en una palabra, negativa o no, ira, enojo, amor, no somos consideradas una escritora hábil en imaginación, sino alguien con visión, alguien, tal vez, a quien hay que temer, entonces los secretos que una escucha tienen el propósito ulterior de ser llevados a un texto.
O eso es lo que muchos creen.
Cualquiera sea la razón, por la que una sigue siendo una desconocida, lo interesante, pero ausente, es la falta de relación con los comentarios a los textos.
Sepa, lector, lectora, que sin importar su nombre o el mío, esta sopa de palabras admite una versión vertical de intervención en la que mi texto se mezcla con el suyo, anímese a comentar, es una forma antidisturbio de este efecto de escribir para alguien que se mete el entresijo de un texto, para tratar de encontrar a la persona que no soy en las palabras de la que tal vez sea.