En el marco de la Feria del Libro, dentro del programa Diálogo con escritores latinoamericanos, hay un sentido ecléctico en relación a los temas.
Estuve en el encuentro del Lunes 30, a las 20:30 hs, que bajo el título El español “de acá”, convocó a los escritores Washington Cucurto, Oscar Fariña, Anna Kazumi Stahl y Ercole Lissardi.
Me incliné especialmente por ese encuentro debido a una conversación con otro escritor, Carlos Busqued, que en ocasión de un evento de la Feria del año pasado me había comentado que lo que más le gustó es haber conocido a Cucurto, esto me sembró la suficiente curiosidad como para participar de ese evento.
Ya había escuchado sobre el proyecto de Eloísa Cartonera, hay programas de tv y colaboración de escritores importantes para ese emprendimiento.
El proyecto propone talleres de lectura y escritura, dentro de un rango social que se denomina cartoneros, pero que ya ha superado ese límite y se expande, con la colaboración de escritores renombrados, la lista es amplia, pero casi todos los escritores argentinos actuales han colocado textos en esta particular editorial.
El proyecto Eloísa Cartonera, edita libros utilizando cartones, pintados a mano, uno a uno, va publicando y vendiendo su producción con el propósito de generar educación, de difundir cultura entre los menos favorecidos.
Washington Cucurto es su figura más emblemática y nombres interesantes como Ricardo Piglia, César Aira, Alan Pauls, Mario Bellatin, Marcelo Cohen y decenas de nombres más, así como de países Alemania, México, y otros, han publicado textos en esta editorial.
En un principio, cada escritor expresó cierta incomodidad para definir a qué se llama “el español de acá”, pero en el sobreentendido que los escritores invitados representaban, cada uno, una forma de expresar sus poéticas en el uso del lenguaje que representa identificación entre los lectores y las historias sobre las que deciden escribir.
Sobre lo expresado, aunque pareció que cada uno presentaba una visión distinta, mi impresión fue que no llegaban a combinar opiniones. Pareció que cada uno estuviera en su propio mundo lingüístico sin llegar a un acuerdo.
Oscar Fariña, joven paraguayo, estaba allí por haber tenido el atrevimiento de reescribir el Martín Fierro, ícono argentino de Hernández, pero en clave “moderna”, en código, diría yo, de un submundo de drogas, prostitución, delincuencia, como si fuera un personaje equivalente del primigenio, pero en tiempo presente, su libro, “El guacho Martín Fierro” ha levantado no pocas polémicas, algunos dicen que de gusto dudoso, otros que es una falta de respeto, algunos festejan el atrevimiento, la libertad del arte, dicen, comienza con evitar la autocensuras. Lo interesante en la reunión no fue discutir las opiniones, sino tratar de definir en términos del encuentro a qué se hace referencia cuando se habla del “español de acá”. Me parece que Fariña acometió con la idea que el lenguaje que heredamos es de corte imperialista por haber sido legado desde un país que ejerce una actitud de imperio sobre el uso del lenguaje.
Ercole Lissardi, escritor uruguayo, expresó lo suyo, un poco más complejo, pues se acusa a este escritor de usar un lenguaje escatológico, más específicamente pornográfico, se ocupó de definir una diferenciación entre su propuesta a la que autodefine erótica, de la pornografía. En su concepto se explayó en el empleo de cada palabra en su utilización en un sentido metafórico o en el uso directo, explicando que al menos en su caso, era un acto de reflexión la elección de un término u otro.
Anna Kazumi Stahlt parecía confusa entre definiciones, ya que el español no es su lengua madre, aunque adoptó argentina como país de residencia, su origen es japonés; expresó más bien perplejidad y admitió que tiene que reaprender día a día los conceptos del lenguaje, ahora con un idioma diferente y que mientras, prefiere el lenguaje llano, o simple, en definición de ella misma.
Para mí, lo más interesante ocurrió con Washington Cucurto, en principio por su simpleza, siendo que con su actitud de borrarse del grupo o pasar desapercibido, de evitar definiciones sesudas, su presencia se fue haciendo grande a medida que transcurría el evento.
Rescato una idea en especial, iluminada con la simpleza de cómo fue dicha; cito a Cucurto: "para escribir hay que pensar".
Enfatizando la relación entre escritura y pensamiento, se podía inferir la importancia, desde su origen de cartonero, del hecho que estaba estableciendo una diferenciación entre la reflexión del uso del lenguaje para el fin literario, que intentaban los otros escritores, del uso como herramienta del pensamiento.
Eligió un ejemplo para dar cuenta de su opinión de la irrelevancia de la clasificación, cito: “En la frase: el hombre perro; quién puede decir cuál es el sustantivo y cual el adjetivo”; dejando al público y compañeros escritores en la muda irresolución de lo irrefutable.
En diversas ocasiones expresó que le parecían difíciles las preguntas, pero sus respuestas aparentemente sencillas, eran monumentales por la fuerza de una convicción y en sentido del uso de la palabra como herramienta del pensamiento y la comunicación, por sobre los nombres y artificios literarios o tan siquiera conocer esos nombres o reflexionar sobre las opciones.
Bajo esta óptica, escuchar luego la lectura de sus poemas, fue de una magia incomparable.
Washington Cucurto vive en “estado de poesía”, su lectura mantuvo al público magnetizado, en un respetuoso silencio y recibió todos los aplausos.
Me causó gran impresión la percepción poética del mundo que lo rodea y el efecto que logra atravesar las fronteras del intelecto para llegar el corazón.
Una mención especial para Ariel Schettini que mantuvo una moderación amena con un grupo de escritores que no parecían amalgamarse en ningún sentido, ni en lo literario ni en la poética que cada uno desarrolla en sus obras.
Un encuentro que comenzó con incomodidad, pero que terminó con un gran aplauso.
En una opinión personal, en los videos, donde se escuchan fragmentos de los textos de los escritores, sin mucha más reflexión, se puede "escuchar" u oir el “español de acá”, en cada una de las versiones de la obra de cada escritor.
El título del encuentro que tanta incomodidad había causado en un principio, se explicó por sí mismo en la lectura de las obras de los autores.