Las palabras imposibles acompañan la edad, como las arrugas. Se van volviendo esquivas, se alojan en la corteza de la memoria, en forma dinámica, mutan.
Por ejemplo la palabra Caber, verbo, según el diccionario de la Real Academia. Es un verbo indeciso, puede ser transitivo o intransitivo, según el contexto en que es usado.
Cuando quiere usarse con el significado de “coger, tener capacidad”, es transitivo, el uso posible dentro de una frase podría ser algo así como: “No caber en sí”, por alguna razón.
Cuando al verbo Caber se le da por mirarse en el espejo, se encuentra a sí mismo, pero invertido, se transfigura en intransitivo, y refiere a dicho de una cosa, “poder contenerse dentro de otra”, como en el caso de la frase: “Cabe completo”.
No termina allí su particular vida de transformaciones, se conjuga según su uso, no sólo según su significado.
Cuando está basculando entre ser transitivo o no, una de sus posibles interpretaciones es la de “ser posible”, lo que parece un oxímoron, el verbo Caber peca de ser imposible en sus múltiples aplicaciones, en el sentido de jugar a la ronda con sus usos.
En la frase: “Cabe decir que este verbo es bipolar”, queda implícito que luego de su forma singular el verbo en uso debe ser infinitivo.
El sujeto de la oración es la oración que le sigue al uso de “Caber”, y en ese caso siempre se usa en singular.
No terminamos de comprender este uso, que aunque consuma litio, el verbo Caber, no se vuelve más dócil, aún nos fastidia con detalles, como cuando si aún se usara con un verbo en infinitivo y tuviéramos la desfachatez de usarlos con nombres en plural, la cosa cambia, y puede usarse en plural, “No cabían esperar usos extraños de este verbo”, o en presente: “No caben las innecesarias rebeldías contra esta clase de palabras”.
En el momento que comprendemos estas ambigüedades de la palabra, ella toma a la persona y comienza a vivir una vida paralela a nuestras arrugas, que consiste en evitar usarla, maquillarla, en el mejor de los casos olvidarla, retirarla de nuestro vocabulario y de nuestros textos.
La otra posibilidad es evitar los errores habituales de su uso recordando algo simple, como que “Caber” es “ser posible”, y analizar si con la sustitución las frases quedan bien en plural o singular; por ejemplo, la frase: “No Caben decir que este verbo es sencillo de conjugar”, quedaría incorrecta si suplantáramos por el plural de “ser posible”: “No son posibles decir que este verbo es sencillo de conjugar”.
Ahora que si podemos reemplazar por “ser posible”, que es bastante menos arcano, y nos inclinamos por usar “Caber”, habría tal vez una cuestión sobre nuestra personalidad, a la que le gusta complicarse, arrugarse, volverse bipolar.