A tientas, a insuflar savia, un beso en la falange anular del dedo, los labios apenas rozando el vello, llegar con el calor, con el hálito, como céfiro dentro de los pulmones, desde la boca.
Las frases, borrascas en el oído, transporta la marea por el cuerpo, algo de broza emerge, se yergue, enfrenta la colisión del aliento, los órganos se preparan para enfrentar las llamas; transitando, la muerte gozosa, la pequeña gran muerte del amor, borracha, más allá de la realidad negada, contraída, se deshace la vida en la percusión, en la sístole del reflujo interior del cuerpo que se abre satisfecho.
Es el romo amor de un desconocido que ha dejado en la piel, una inspirada frase bien construída.
Me recuerda a algo que habría dicho Feuerbach, que el orgasmo es el punto 0 de la sensación, en sus palabras "la sensación pura", nuestra "sensación de la sensación". Lo habría dicho en un artículo dedicado a sus hijas, por lo que cabe pensar que habla del orgasmo con algún conocimiento de causa y gran torpeza descriptiva, porque el orgasmo no tiene ventanas. En una excursión cognoscitiva o en un viaje poético, siempre expresamos lo que no es, exprimimos palabras, frases y siempre extraemos otra cosa.
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