Chaplín fue un traductor, un interpretador de una realidad que logró organizar en una serie de conceptos que orbitan alrededor de lo cómico de la tragedia.
Chaplín no era un cómico, era un lúcido que usando una máscara, reveló a su vez la máscara de la realidad.
El escenario era el montaje en su cara, el contraste entre el color pálido y el pelo, cejas y bigotes oscuro, a su vez interpretaba esa dualidad entre lo triste y lo alegre, la parte buena y mala que existe en todos.
Enfatizó en su personaje los rasgos humanos, la persecución, el desconcierto, la sonrisa, la perplejidad ante los sucesos del mundo.
En Chaplín la vida bizarra pasaba por sus gestos.
Con pocos elementos, podía meterse en el hueso de las situaciones sociales.
Más actualmente, el otro personaje paradigmático que se inclina por ofrecer una visión graciosa de una realidad incómoda es el personaje del Chavo.
A nadie se le escapa que la elección de nombres de sus personajes, Chapulín, Chómpiras, Chipote chillón, Chavo, son homenajes a Chaplín, e incluso con la misma temática, con temática local, desarrolló un humor con componentes ácidos, cómicos, trágicos.
El Chavo, afectado por la dualidad de la realidad, convive con personas que lo detestan y lo aman, alternativamente; el bien y el mal representado nuevamente entre sentimientos de ambivalencias.
Lo común entre ambos personajes, es la inocencia; mientras Chaplín, vivía sus momentos entre gestos de grandilocuencia, amabilidades, saludos con el sombrero, besar la mano a las damas, en contraste con el estrato social de mendigo; el Chavo la pasa entre comentarios de analfabetismo, disculpándose, siempre en el límite entre la picardía y la ignorancia. En ambos, lo común es la inocencia y la decisión de acomodarse a la situación de sus vidas con el espejo de una sociedad que no los incluye, pero a la que torpemente imitan, intentando alcanzarla.
Ambos personajes revelan una realidad social: los menos favorecidos están entre todos y su existencia no se puede ignorar; exponen, además, motivos de intolerancia, abusos diversos y una situación más cruda aún: el hambre y la ignorancia no son la misma cosa. El hambre la sufre el pobre, pero la ignorancia, en diferentes asuntos, es compartida.
La risa, remedio infalible, indicaba una sección de una revista de la época; la risa, interpretada como el gesto de expandir la boca, en nuestros tiempos, en la era de la polisemia, adquiere múltiples significados.
Las sonrisas que provocan ambos tienen un componente de disgusto, de incompatibilidad con el mundo ordenado según una sola visión: lo material como orden social y objetivo; mientras se exageran los indicios de que tal cosa pueda ocurrir democráticamente.
La idea más evidente de la propuesta de ambos es indicar que hay vidas en paralelo que discurren en un mundo de felicidad a la vista de vidas sin esa suerte y la paradoja de que ello sea posible.
La risa, y su doble componente, es un recurso que desde la antigüedad, presenta consideraciones desde el antiguo testamento, que diferencia la risa burlona, sarcástica o irónica de la de felicidad –cada una de ellas un recurso literario-, skhaq que se traduce como risa feliz, de iaag, risa denigrante –en hebreo-
En la etimología latina, el concepto de risa evoluciona desde la Edad Media hasta hoy, con diferentes significaciones, risa positiva, risa negativa, se diferencian ahora como aspectos buenos y malos.
En la modernidad, la diferenciación no es tan taxativa, se puede sonreír, carcajear, reírse con disimulo, reírse para sus adentros, y en cada versión hay un valor en el comportamiento que cambia según la sutileza del contexto y los giros idiomáticos con que se generan.
Entre Chaplín y el Chavo, hay una especie de violación del pacto social que como seres humanos nos sentimos obligados a percibir: la pobreza, los menos favorecidos, deberían provocarnos compasión; ambos cómicos nos obligan a admitir que los sufrimos, no que sufrimos por ello, y la respuesta que mejor nos cabe es reírnos. Aunque es una risa de revelación, de dimisión, es una horro risa horroriza.