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27 Con la verdad no ofendo ni temo. Lo que me da pavor es que la verdad sea tan soluble en el lenguaje   por   marisita
 
 
Arcadia 6/3/2012 | 01:18:26 p.m.  
 
Fluídos y excrecencias
Fábula de cómo la utilidad de una criatura, se convierte en algo bueno para hombre.
Tags:
  cuento   relato   literatura latinoamericana   Ana Abregú        
 

Un fluido, es una sustancia o medio continuo que se deforma insistentemente en el tiempo, ante la aplicación de una solicitación o tensión tangencial sin importar la magnitud de ésta.

Yo qué culpa tengo, eso dice el diccionario.

Eso tan complicado, es lo que tenemos en la boca y que llamamos saliva, compuesta principalmente por agua, sales minerales y algunas proteínas.

Dicho de esta manera es la forma en que pretendí transmitir el hecho que la saliva, no es algo tan asqueroso como la mayoría piensa, la composición de la saliva más precisamente es agua, que representa un 95% de su volumen, en la que se disuelven el 5% restante formado por sales minerales como iones de sodio, potasio, cloruro, bicarbonato y fosfatos. El agua permite que los alimentos se disuelvan y se perciba su sabor en el sentido del gusto.

Los iones cloruro activan la amilasa salival o ptialina, el bicarbonato y fosfato, neutralizan el pH de los alimentos ácidos y de la corrosión bacteriana, el moco,  lubrica el bolo alimenticio para facilitar la deglución para que pueda avanzar a lo largo del tubo digestivo, sin dañarlo, contiene además cosas de extraño nombre como, la lisozima que una sustancia antimicrobiana que destruye las bacterias contenidas en los alimentos, protegiendo en parte los dientes de las caries y de las infecciones o las enzimas como la ptialina, que es una amilasa que hidroliza el almidón parcialmente en la boca, comenzando la digestión de los hidratos de carbono; la  estaterina que con un extremo aminoterminal muy ácido, que inhibe la precipitación de fosfato cálcico al unirse a los cristales de hidroxiapatita.

Además, también tiene función antibacteriana y antifúngica y otras sustancias en contenido menores, como inmunoglobulinas específicas, transferrina, lactoferina.

De todo esto, tampoco tengo la culpa, esto es culpa del diccionario antes que yo, y del creador, antes que el diccionario.

En palabras simples, la saliva es un laboratorio preparado para volver aséptico y cuidar nuestro organismo interno de cualquier porquería que una se mete en la boca.

Si me abriera la tráquea, y obtuviera el bolo alimenticio que el movimiento de manducar ha preparado ya para deglutir, obtendría un bocado procesado, sin bacterias que dañen el organismo y sin problemas de imaginación, el bolo alimenticio es un bocado mucho menos asqueroso en términos de salubridad que el mismo bocado antes de ser procesado por la saliva.

Eso es exactamente el producto que se denomina miel, la saliva que lo procesa es de la abeja, que mucho más civilizada que yo en el proceso de obtener el bolo, en vez de seccionarse la tráquea, tiene la amabilidad de regurgitarlo, colocándolos en recipientes igualmente limpios: los paneles de cera.

El bocado es el polen de las flores, el resultado, la miel.

Tal como la saliva humana, la saliva de la abeja contiene entre sus componentes: agua, fructuosa, glucosa, sacarosa, maltosa, proteínas, aminoácidos, vitaminas, enzimas, hormonas, minerales, cenizas.

Y de eso, tampoco tengo la culpa, uso los nombres que  el hombre les colocó, pero el artífice es el creador, si hay que quejarse por la complejidad, dirigirse a él.

La cera, por su parte, proviene de glándulas llamadas cereras, que secretan por un orificio por el otro extremo de su cuerpo.

El producto de evacuación  de las abejas, combinado con  estearina, perfumes, preservante de aroma, mechas o pabilos, masilla o plastilina y tintes, es algo que casi todos tenemos en nuestras casas, la simple y útil vela.

Este bicho merece cierta consideración en el sentido que todo lo que pasa por sus sistemas, el digestivo, el excretor, el salivador es útil o comestible y grato.

Digo yo, ya que estaba el creador probando sus diseños, podía habernos dado una funcionalidad más cercana a ese proyecto tan exitoso.

Me imagino comerciando con las secreciones, en vez del hombre haber tenido que inventar un complicado sistema de ingeniería para deshacerse de ellas, el no poco ventajoso artefacto sanitario, fino retrete o prosaico inodoro, artilugio popular si los hay.

O tal vez, así, de repente, quizás para algo que aún no hemos descubierto, sirven nuestros fluidos y excreciones.

Después de todo, eso pasó también con las abejas, el veneno que nos inyectaba con su aguijón, era de temer, hasta que la medicina china experimentó y pareció comprobar sus propiedades terapéuticas,  hoy la Apiterapia, obstinadamente se impone como el mejor medio de prevención de enfermedades, la apitoxina, de este modo, pasó a formar parte de otro de los fluidos que excreta la abeja que aprovechamos; el hecho que la preciada abeja se inmola en el proceso, no debe ser motivo de preocupación, se crian especialmente para ese fin, no afectaría al proceso de fabricación de la miel; para eso hay otro tipo de especie.

Dejo de lado algunos otros aspectos importantes como que la patas están diseñadas para retener el polen y depositarlo en otras flores lo cual favorece el cultivo de las flores, o que el líquido seminal de las abejas está siendo estudiado y manipulado para ventaja de la agricultura, o que, extendiendo la teoría del Caos, cuando mueve las alas una abeja tal vez llueve en Nueva York.

Tengo miedo de este pensamiento, ya me imagino a alguien como Trump, descubriendo alguna utilidad comercial de lo que secretamos y nosotros, “cosechados” en celditas confortables.

Un momento. Ahora que lo pienso, creo que esto ya está pasando, pero no con nuestros fluidos y desechos, sino con nuestros cuerpo y mente incluidos.

 (Dedicado a Mateo, con cariño, cuyas preguntas y cuestiones son una fuente de inspiración)

 Ana Abregú.

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Este obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
 
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