Siempre he creído que por alguna razón la humanidad necesita saber qué dijeron algunos antes de morir, como si eso fuera especialmente trascendente para sus vidas. En lo personal, me parece que tiene más que ver con que a último momento, tememos que nos van a decir eso que hemos sospechado toda la vida, que presentimos en indicios, que podemos asegurar más que dudar, en fin, que somos adoptados.
Hice encuestas entre los amigos y en la mayoría de los casos, hijos que no son primeros, en algún momento de sus vidas, se les ocurrió que son adoptados.
Pero de las personas famosas, se espera un poco más, se esperan palabras que dejen algo a la humanidad entera.
Y como son palabras que los vivos usarán, sospecho de que sean ciertas. Como sea, por alguna razón recuerdo algunas, y en relación a ello, me encantaría que me refutaran, ya sea porque la circunstancia histórica no fue comprobada, como por alguna razón de época, no sé, algo que confirme mis sospechas de que son apócrifas.
Por ser tan joven y revoltoso que logró conquistar un imperio, le dedico estas primeras últimas palabras a Alejandro Magno.
Dicen que ocurrió en ocasión de estar a las puertas de San Pedro. Alejandro rey de Macedonia desde 336 ADC, ante la pregunta de a quién dejaría en el trono, sus palabras fueron: Al más fuerte.
Hay, desde entonces una discusión sobre qué entendieron sus generales que dijo, pues no se ponen de acuerdo en si dijo krat`eroi, al más fuerte, o krater`oi, a Crátero, uno de sus generales. La ambigüedad aparece porque la pronunciación de ambas palabras difiere sólo en la acentuación de la sílaba.
Sin embargo, habría que analizar la psicología de Alejandro, quien llega al trono muy joven, con apenas 20 años, hijo de Filipo, tenía una manía de que lo lisonjearan, diciéndose a sí mismos hijo de Amón, la deidad.
Me pregunto si una personalidad como esa habría aceptado que estaba muriendo. Ambas interpretaciones presuponen que Alejandro asumía su propia muerte, él que se creía hijo de un dios, y por lo tanto inmortal, tanto que su temeridad le dio un gran imperio, del que no logró disfrutar.
Si hubiera habido alguna duda sobre si nombró a uno de sus generales, no creo que éste se quedara tan tranquilo cuando los otros decidían que no entendieron en dónde estaba el acento, imagino que si Alejandro lo nombró, hubiera hecho valer esa palabra.
Yo estimo la escena de otra manera, imagino a Alejandro creyendo que no moriría, él se sentía un dios, y no imagino que haya prestado atención a esa pregunta, ni siquiera imagino que para el que lo conociera, se atreviera a preguntarle semejante cosa, dudando de su inmortalidad. Más bien parece que sus generales se pusieron de acuerdo para darse a todos, entre ellos mismos, la oportunidad de reclamar el trono, pues cualquier de ellos debió sentirse capaz de calzar en la definición del más fuerte.
El otro al que me referiré es a Freud, de quien se dice que mientras moría dijó: Qué absurdo.
Parece más bien una ironía del que difundió que esas fueron sus últimas palabras.
La palabra absurdo, creo que no debía ni existir en el vocabulario de Freud, él que estaba revolucionando el proceso del lenguaje, que estaba fundando una personalidad que no sería nunca más inocente, quedaría pegada al lenguaje y a la historia del individuo, me parece poco probable que su último aliento se hubiera ido en esas palabras.
Más bien lo imagino callado en esas últimas horas, como cuando se ha hecho algo que se sabe que será grandioso y ya no hay nada más que agregar.
De Hitler, se ha difundido que dijo: Mañana muchos maldecirán mi nombre. Antes de suicidarse. Para empezar, la historia dice que se suicidó con Eva Braun, primero ella, luego él y estuvieron solos. Luego entraron para llevarse los cuerpos y ocultarlos. Pero lo más importante es que esas palabras podrían haber sido dichas por alguien con conciencia humanitaria de lo que habia hecho y Hitler era un sociópata, no creo de ninguna manera que haya realizado alguna reflexión sobre si su “obra” era incorrecta. Hasta último momento debió creer que era un bienhechor de la humanidad y que la historia le daría los laureles que no consiguió en vida.
Siempre tuve la impresión que era un enfermo sifilítico, que tenía afectado el cerebro y actuaba con esa locura lúcida de la enfermedad que se come el cerebro.
Descreo que haya pronunciado tales palabras.
Así, podría seguir, pero lo dejo para otra oportunidad.
En conclusión, las últimas palabras, son construcciones políticas o históricas me parece.
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