La fascinación no requiere de mucha explicación, sobre todo en el arte, pero el interés que me despierta Salvador Dalí no tiene mucho que ver con su obra pictórica, ni tanto con la literaria, que entre otras cosas me atrae más que la pictórica y hasta me parece con logros superiores, sino con el hombre mismo.
Como escritora, justifico mi falta de imaginación para vivir con la observación que tengo de la vida. La observo, no la vivo, a veces, hasta tengo la impresión de ni siquiera intervenir.
Dalí representa para mí un símbolo de exactamente lo opuesto, y de esa manera me gusta pensar que nos relacionamos, él viviendo –hasta cuando está muerto- y yo observando.
Dalí es mar, crustáceos, sal, provocación, pero sobre todo y fundamentalmente alguien que no tuvo miedo de vivir.
De Dalí se sabe mucho y poco, mucho porque él se encargaba de construir un doble de sí mismo, y poco porque del verdadero, es un misterio, del que sólo nos queda reconstruirlo por deducción.
Sobre si la persona que emitimos que somos es más o menos real que la que somos, no me parece que sea tan importante la distinción, lo que se sabe es que fue ese personaje que era capaz de decir “me creo el hombre más sincero del mundo”.
De Dalí, lo que se puede afirmar es que estuvo muy a tono con su época, y se lo puede analizar desde todos los puntos de vista de esa misma época, fue visible para todos los conceptos.
Teniendo en cuenta que desarrolló su obra compartiéndola con los conocimientos más importantes de la época, el nacimiento del modelo del atómico que sobre vive hasta hoy –hubo otros -, representado por Niels Bohr, los albores del psicoanálisis con Sigmund Freud, El surrealismo, con André Bretón, el cubismo con Pablo Picasso, todo ello interceptado con la segunda guerra.
A su manera Dalí intervino sobre todos estos campos, y lo hacía con suficiente conocimiento como para dar cuenta de que sus intereses no eran oportunistas, sino auténticos.
Sus muchos biógrafos lo ubican en algún momento de su vida con cada uno de estos personajes, menos con Bohr, pero conociendo con bastante detalle los momentos científicos que le tocó vivir.
Todo ello, no sólo se puede deducir de sus cuadros, sino también de los textos que escribió.
El cuadro parece de una personas altamente racional, con una intuición muy ajustada de la importancia de la época que le tocó vivir e interesada hasta el detalle de la evolución científica, del pensamiento, del arte.
No parece coincidir con el hombre de actos públicos, comenzando desde niño, cuando se arrojaba por las escaleras a propósito para llamar la atención de sus padres, o cuando se rapaba y enterraba su cabello en el patio de su casa natal, PortLligat, pasando por la explosiva juventud que vivió junto a personalidades como el poeta García Lorca y el grupo de surrealistas, hasta los grandes eventos estrambóticos que organizaba de adulto, ya con Gala, la musa, Galarina, la mujer.
Para mí, su relación con Gala no era más que el otro campo en el que intervino, el rol de la mujer, junto con la ciencia, el psicoanálisis, eran épocas de definiciones, el mundo iba a torcerse y Dalí intervino en todos los campos en que el mundo cambió, nadie puede decir que no haya dejado su impronta y quizás hasta provocado en su medidas esos cambios.
Lo cierto es que el Dalí auténtico vivía, y lo hacía con certezas y convencimientos que la mayoría de las personas no puede siquiera imaginar, ya sea sumergido en sus intereses, como en su obra, escrita y pictórica o armando el personaje desaforado que estamos acostumbrados a ver en los documentales, personaje, creo, del que se ocuparon más sus biógrafos ante la imposibilidad de analizarlo a la luz de la distancia histórica.
Pero no fue invisible el Dalí que supo comprender los grandes momentos que le tocó vivir y no era un hombre de mirar de lejos lo que ocurría en su realidad, la estudiaba, la analizaba, tenía una reflexión madura y sesuda sobre cada aspecto, era, lo que se diría una persona culta, no meramente informada.
A gruesos trazos, Salvador Dalí no era el loco desquiciado que el mundo tradujo en su comportamiento, sino todo lo contrario, alguien profundamente racional, con un secreto a voces: para sobrevivir toda la vida no hay que tomarse demasiado en serio uno mismo; y eso es exactamente lo hizo, por el camino del absurdo, Dalí daba la impresión de tomar la vida en forma de sacralización con grandes gestos y grandilocuencia en sus actos, pero yo, personalmente veo todo eso como una gran ironía.
Cuando un artista exagera y el público se toma en serio esa exageración no queda más remedio que exagerar más. A Dalí le tocó un público que amaba sus exageraciones y eso lo hizo verse como un hombre extravagante; pero personalmente creo que no era más que otro montaje de un hombre extraordinariamente inteligente, sensible y sobre todo de una racionalidad tan extrema que supo reconstruirse a su antojo ante los ojos de los que compartían su vida.
Además de su vida interior, de estudiosos de la ciencia, de los movimientos del arte, de la percepción del despertar de la mujer como proceso social, del advenimiento del psicoanálisis, él se dedicaba a vivir.
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