La literatura se compone de deseo y libertad, al menos eso es lo que el lector encuentra como reflejo. Algunos dicen que la literatura en una combinación de realidad y normas, otros que es un reflejo de la vida del autor, un poco distorsionada. Aquellos que se apasionan, saben que la literatura es todo eso y ninguna de esas, pues es precisamente su esencia: la ambigüedad.
De cualquier forma, sin que importen las definiciones, si es posible alguna definición, los que intentan escribir las buscan como si de ello dependiera el producto de su imaginación.
Somos hablados por el lenguaje, pues de la habilidad que tengamos con él es como se manifiestan nuestros pensamientos. El pensamiento es palabra, estos conceptos no nos ofrecen ninguna garantía de que podamos llevar a un texto escrito lo que la imaginación nos concede.
En ese aspecto, los talleres literarios y talleres de escritura, vienen a cumplir un rol que tiene que ver, no con las certezas de las definiciones, sino con la posibilidad de departir con pares para quienes la literatura es un deseo, un enriquecimiento y una realidad.
Los talleres promueven las prácticas que posibilitan un crecimiento real, sostenido y ofrece satisfacciones a lo largo del tiempo.
En principio, un taller literario difiere de uno de escritura, en el primero se leen textos y se analizan desde el punto de vista del canon literario, en el segundo hay una práctica exhaustiva de la escritura y un despliegue de métodos creativos para desarrollarla, en ambos el análisis de recursos y retórica es impresindible.
En un taller de escritura se analizan los aspectos técnicos de la propia escritura, haciendo énfasis en los mecanismos de disparo de la escritura personal, y tratando de implementar esos mecanismos para que en forma cotidiana se transforme en el dominio de la técnica y ofrezca la posibilidad de regulación del dispositivo de la imaginación.
En ambos tipos de talleres la discusión que se genera en torno a los temas que competen a técnicas, temas, géneros y demás asuntos de los que la literatura se ocupa, y que sin duda son de un valor importante para el tallerista y es por ello que esta práctica se encuentra ampliamente difundida.
Los talleres literarios y talleres de escritura nacen como una forma de evolución, de lo que antes se encontraba en las tertulias de café, con escritores de diferente extracción social, política e inclusive edades. En esos cafés, las reuniones eran al azar, pero constantes; los integrantes se tomaban las reuniones como citas infaltables y se discutían allí, tanto los grandes problemas del pensamiento, como las tendencias; se descubría y compartía nuevos escritores y se elaboraban teorías; todas actividades de las que se nutre el actual taller literario o taller de escritura.
En otras palabras los talleres literarios y talleres de escritura son una herramienta más con que cuenta el escritor o futuro escritor de hoy, hay muchos y diversos y en cada propuesta seguramente se encuentra la fuente de una experiencia que se verá reflejada en el texto del tallerista.
Hay diversas opciones sobre las formas de dar los talleres, que al ser una actividad sin normas, ni reguladas por más sostén que la habilidad del coordinador, es una actividad que se realiza como lanzándose sobre una red al vacío, sin embargo a pesar del riesgo, vale la pena, ya que siempre habrá propuestas y métodos que son renovadores, originales y en cualquiera de los casos es la escritura la que se beneficia.
Participar en talleres es una práctica recomendada por muchos docentes de las carreras de literatura, pues es un modo de mantenerse activos en el área que a todo escritor le interesa.