El tiempo nos transporta hacia la partida, aunque no sea ese su propio destino, consume el que nos pertenece. Al heredar la sustancia heredamos la imperfección del origen, la medida de la vida y de la muerte, el destino común que nos iguala.
¿Cómo saber si la belleza no es solo un engaño?, solo una puesta en escena para el reducido conocer de pocos.
¿Es acaso algo bello?, o simplemente consistencia que se adorna en el mutismo.
¿Valdría para algo pensar si valió la pena alumbrar para encumbrar sueños nuevos, ser fiel al pasado, a la incertidumbre del futuro, a las nuevas ilusiones?
Pienso en el hombre que se mueve en silencio ignorando ocultas realidades, regocijado en el afán.
La estrategia suele ser buscar refugio en la ignorancia, en una supuesta indiferencia que se derrumba ante los avatares a que nos somete el infortunio.
Me dejo llevar por el olvido, me sumerjo en el misterio de la noche, pero no logro evitar que mi carne te añore, hago una mueca al rigor de la muerte, se humedecen mis ojos mientras busco tu rostro en los reflejos de la luna.
Al conjuro del dolor que me acongoja ¿cual sería el lugar donde encontrarte?, transformar la finitud de la carne en mutación de lo eterno. Para complacer mis anhelos debo limitarme a ser solo una metáfora, la posibilidad de una imagen complaciente.
En el devenir del tiempo y la existencia, suelo meditar en la posibilidad del retorno. Refugiado en mis propias fronteras, me alejo rodeado de silencio. Solo se insinúa el canto de las aves, el viento encrespado en la superficie del agua, el éxtasis que se apodera del alma en la armonía estática de la belleza.
La naturaleza y su misterio a la retaguardia de los sentidos, oculta el fulgor de un instante, o de una eternidad.
Luego sera el regreso, la contingencia y la zozobra, el misterio insondable de la perdida certeza, el vano intento donde colapsan los sueños y se impone la realidad. Traducir la vida en infinitas declinaciones, festejar sin comprender, volver por una vez más a justificar la impotencia en el vacío de la indiferencia
Andre, Laplume |