Caer del paraíso no es otra cosa que comenzar a entender, perder la ceguera, comenzar a vivir la aventura de la vida.
Adán comprendió el mensaje, aceptó la tentación, y al hacerlo logró incorporarse de la postración paralizante, abrir sus ojos clausurados y contemplar la belleza.
Al lograr la imperfección consiguió disfrutar de sus apetitos, vencer sus limitaciones, asumirse en sus deseos.
Sería el comienzo de la gran osadía del hombre camino al conocimiento, camino a la verdad.
No más un Adán ciego, acostado, casi muerto.
Valió la pena caer del Paraíso, dejarse seducir por las promesas de Eva, por el dulzor de la manzana.
¿Acaso lo otro era mejor?
Por que no intentar con la libertad, encontrar nuevos caminos, disfrutar con el mal interpretado pecado de descubrirse lujurioso y enajenado en el cuerpo de una mujer.
Salir de los encierros no es cosa fácil, para eso hay que estar preparado para huir de los predicadores, de los falsos moralistas, de los que te proponen vivir en el infierno para conseguir un cielo a disfrutar después de la muerte.
Vivir es enfrentar, no perder los sueños, ser conciente en una fingida inocencia al aceptar ser seducido por el encanto de una serpiente, por el dulzor de los frutos, el canto de las sirenas, el cuerpo de una mujer.
Andre, laplume |