Me niego a creer en que este lugar al que vengo a refugiarme por las tardes, exista en la realidad. Aquí sueño con ser un escritor afamado. Imagino un universo ficticio sustentado en historias fantasiosas, donde bosquejo conflictos que solo yo puedo descifrar.
A través de la palabra conjugo nuevas voces, ilusiones y expectativas.
Desencontrado con las cosas de la vida, triste pregonero de ilusiones inútiles, relato secretos y aconteceres que jamás ocurrieron, delirios y amores que nunca sucedieron. Así me convierto del sensible amante de la belleza al apasionado amante de mil mujeres encadenadas a mis pies rogando por una cuota de amor.
En este rincón en que me refugio, pienso en muchas cosas, trato de sobrevivir a mis congojas.
A través de los cristales veo el cielo por encima de los edificios y frondosas arboledas agitadas por el viento. La vida transcurre, se muestra indiferente.
Me acongoja saber de que llegará el momento en que no pueda saber de mis seres amados, como si jamás hubiese existido.
Me exijo anular los anhelos absurdos, me impongo aniquilar los sueños imposibles.
No me culpo por no lograr trascender los límites de lo humano. No fui traicionado, siempre supe la verdad, pero a pesar de todo, siento un gran dolor.
Lo racional no termina con la pena, solo amortigua la caída.
Espero el amanecer, los vientos frescos del sur que me acercan los aromas de mi pueblo, mis recuerdos de la infancia.
Creo que la eternidad es un solo un instante que no se pueda superar, por lo tanto habrá que imaginar una nueva historia, abandonar lo viejo y volcarse a lo nuevo. Construir sobre nuevas esperanzas. Sembrar ilusiones que aunque yo las instituya inútiles, se conviertan en un legado de amor.
Entonces Moisés podrá llegar a la Tierra Prometida, el paraíso será restaurado, los pecados serán perdonados.
No harán falta más templos ni sacerdotes. En el corazón intangible de cada ser humano existe la sabiduría que distingue lo bueno de lo malo, y eso será suficiente.
Eternidad.
Sé que esta vez no aguardarás mi regreso porque todo será diferente.
Volveré como cuando niño a cobijarme entre tus brazos, a disfrutar del dulzor que emanaba de tus pechos, y con tus besos y caricias madre querida, me dejaré adormecer.
Besarás mi frente por última vez, sabiendo que otros continuarán por nosotros, y sin nada más por decirnos, susurrando una canción de cuna, me dejarás caer por el hueco de lo eterno.
Andre Laplume.
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