Un amigo es a la vez sentimiento y pertenencia, un titulo de nobleza que cotiza en la buena y en la mala.
La historia la ubico en un tiempo distante, con la intención de reflejar ese momento, solo eso. Si bien emana un tufillo a nostalgia, trato en lo posible de ver la vida como algo nuevo en cada despertar.
Disfruté en la medida en que fué posible cada época que viví, sin quedar estancado en el tiempo. No puedo evitar en el relato cierta connotación machista, que no es la que me caracteriza, pero era imprescindible para darle veracidad a la historia. Tampoco soy de los que piensan que todo tiempo pasado fue mejor.
Un amigo no es cualquier cosa, es un “gomia”. (lunfardo porteño, sinónimo de amigo)
Para quienes suman unos cuantos ayeres, la palabra amigo tiene un significado que se descubre a la distancia, un retazo de nostalgia.
Era un título de nobleza que cotizaba en la buena, y en la mala. Alguien a quien conocías de pebete inaugurando la humilde dicha de la vida. Dueños de la calle y la pelota piojosa de los picados, llevábamos encima la marca orillera de Barracas, de la Boca, Palermo Viejo y Villa Crespo. ( Barrios de Buenos Aires alejados del centro).
Ya sé que eran otros tiempos, si hasta el cana ((policía) que vigilaba la cuadra hacia parar los coches cuando jugábamos a la pelota. Ya lo creo que eran otros tiempos, éramos felices hasta que aparecía la "vieja" y nos llamaba para tomar la merienda, y si te demorabas, salía el "viejo" y se acababa la fiesta, se pudría
todo.
El amigo era a la vez sentimiento y pertenencia, formábamos parte de esa construcción, compartíamos el mismo fanatismo por la vieja y nuestras hermanas, "que solo eran chicas para casarse". Ojo con aquel que se animara a decir cualquier cosa de ellas.
Juntábamos chirolas para morfar (comer) de parado un cacho de pizza gotosa, con un vidrio (vaso) repleto de moscato. (vino blanco abocado).
Cantidad de amigos solían encontrarse en el boliche, feca mediante para dar rienda suelta a traves de la conversa, (charla), a ese rito de amistad atorranta
Con el jetra (traje) dominguero y los timbos (zapatos) bien lustrados, esperábamos la hora para entrar a la milonga.
Mientras hacíamos tiempo, nos contábamos historias, algunas reales, otras agrandadas de la pebeta que nos había dado bola, o de cómo nos relojeaba (miraba) la mujer del panadero.
Por la vereda avistábamos el nalgaje de las potras recién bañaditas y entalcadas que luciendo sus mejores pilchas (ropas) se venían para el trocen.(centro).
Las muy guachas sabían del estrago que causaban, impiadosas miraraban a lo lejos nuestros ojos masturbados, que intentaban desnudarlas a cada paso que daban. Ya les llegaría su merecido a la hora de la milonga, bien chapaditas de la cintura bailando un gotán, (tango), cuerpo a cuerpo, como era antes, así sabrían de nuestros sueños largos y del venturoso futuro que le prometían nuestras ansias.
Desde la vejez, entre lágrimas y risas, conservo ese abrazo adolescente, los mismos sueños y esperanzas, muy parecidos a los tuyos, hijo querido. Lo que vés es en mi es solo una máscara envejecida de tu propia realidad, solo nos separa un cacho (lapso) de tiempo.
Es verdad que estoy mas lento al caminar y que aunque no lo puedas creer, ninguna pebeta se calentó con mi cola, como te suele suceder. Más bien te diría que la cosa fue a la inversa.
Con el afecto de siempre y con todos los pájaros volando, mi recuerdo para los amigos y compinches de todos los tiempos. Salud.
Andre, laplume.
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