Raúl es un amigo que tiene una hija de 18 que está planeando sus primeras vacaciones de adulta, la niña, la nena o la mujer, no sé bien, está mostrándole unas bikinis que para el gusto del que suscribe son “nadakinis”, porque uno, o sea el amigo de Raúl, piensa que los padres nunca son objetivos con los hijos y no ven lo que está pasando, o eso se convence uno.
El caso es que le digo: ¿qué, la vas a dejar llevar eso?
Y Raúl me mira como una mirada nueva, o que yo nunca había visto antes, así que no pude decodificar, y me dice: Los prejuicios son tuyos, así que hacete cargo vos, yo, orgulloso de la nena, y no hay que confundir sexo con delgadez mental, confío en mi hija, y que muestre ahora, que no tiene historia, cuando tenga 30 ya tendrá tiempo de adquirir celulitis y prejuicios, que aproveche ahora.
Así, se pasó la tarde bromeando con la nena, que los chicos, que la playa, que la noche, que las fiestas, mientras empezaron a aparecer los amigos de la nena, las amigas, niños vecinos y los propios de Raúl.
Yo me la imaginaba en todos esos lugares, sobre todo en Punta, en donde hay tanta noticia de desbordes, nenes y nenas, lejos, en país ajeno.
A todo esto, y mientras Raúl se cebaba agua on the Rocks, ya que es abstemio, y yo me bajaba una cerveza tras otra, con pensamientos que comenzaron a hincharse en el vientre, porque como eran indebidos, más cerveza me empujaba, hasta que comenzó a tener un efecto psicoanalítico importante de relajación, que hizo un llamamiento hacia el toilette, le digo así porque en el baño de la casa de Raúl hay una puerta con un cartel pintado que dice toilette, al que ya me acostumbré a llamar así, como si fuera a venir por su nombre.
En el medio del barullo de la tarde, con la esposa de Raúl sirviendo sanguchitos, los niños de Raúl gritando, yo voy urgente al baño; antes de cerrar se me cuela la nena en el baño y mientras me agarra de ahí, y me tiene prendido como un señuelo, mientras reventando de ganas de orinar me dice: no me boicotees papi, que cuando vuelva la seguimos; me baja los pantalones y me da un beso ahí, mientras, el orín empezó a caer por su cara. Ella se reía; por más esfuerzo que hice, la naturaleza se manifestó sola, pero a la nena le divirtió y comenzó a jugar echándose encima, para metérselo, luego que hube terminado de expulsar los litros de cerveza que habían amordazado la tarde, después ella se tragó la merienda.
Qué quieren que les diga, yo a esas vacaciones de adulta creo que hay que subirle la edad a 21, por lo menos.
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