El otro día pasé al lado de un niño que estaba parado frente al televisor de una vidriera con el personaje Fort y exclamó: luche-luche. La madre, que se había detenido en la vidriera miró alrededor y sonrió.
Para el que supo comprender esa mirada, o como yo creo que se comprendió, es que simplemente el niño confundió la cáscara macilenta y deformada de ese hombre con uno de los luchadores de la serie para niños de lucha.
Del tipo, lo que me asombra son los diversos y desviados mensajes que su multiplicada presencia parece explotar, se habla de sexualidad, de máscara, de riquezas, de todo menos de lo importante: la falta de trabajo, los problemas de salud, la pobreza.
El tipo tiene una campana de sonido alrededor, no hay nada en lo que participe, ni en voz, ni en imagen que sea por el prójimo, ni bueno ni malo, hasta compite con la imagen de Jack el chocolate que su empresa hizo famoso.
Fort es “yo”, él de ha autodenominado artista, el amo del universo, compra lo que quiere, maltrata a quien quiere, dice lo que quiere, incluso el maltrato con las mujeres es constante y denigratorio el mensaje, pero son las mismas mujeres quieren lo defienden.
A mi el tipo me parece a lo sumo un fenómeno inexplicable, lo de fenómeno no es necesario explicarlo, verlo ya lo explica por sí mismo, pero lo de inexplicable es que tengamos la pantalla llena del fenómeno sin posibilidad de elección, sencillamente el monumento al “yo” está expandiendo su influencia y la gente compra ese modelo de relación social que el tipo plantea: maltratar a las mujeres, maltratar a las artistas, a pesar que él mismo vende el discurso que son los “otros” los que lo hacen.
El séquito desagradable que lo circunda no es mejor.
Lo peor no es ni siquiera todo esto, lo peor es que esa “cosa” se autodenominó la persona más idónea para criar dos niños comprados, los cuales crecerán viendo “eso” como modelo de ser humano.
No tengo nada en contra del aspecto de dicho personaje ni me importa si es gay o no, me parece lo menos importante, lo importante está en el abuso al “yo”, en el abuso a los demás, en el abuso con las mujeres y el uso y abuso de todos los seres humanos a su alrededor a los cuales maneja como muñecos.
Imagine la mente de esos niños, los valores con los que están creciendo: la madre sobra, y hay que usar el poder del dinero para deshacerse de ella, las mujeres sólo sirven para tener hijos que tipos como él pueden comprar; los amigos sirven como decorado y como tales, ahí donde se los clave, como un cuadro, se deben quedar, no deben sentir ni desear ser otra cosa más que cuadros colgados; la fama y el dinero sirve para ser un déspota inimputable y toda la televisión y el país te amará sólo por el hecho de tenerlo todo y exhibirlo, dinero y personas.
Qué asco. Qué asco esas mujeres que salen a defenderlo y hablar de él como si fuera un ser humano, cuando él lo que hace es despreciarlas, ensuciarlas, denigrarlas y hasta anularlas alquilando un vientre, sin que le importe las posibles secuelas que dos seres humanos que tiene a cargo puedan sufrir por no crecer con el modelo más imprescindible en la vida del hombre desde que existe como especie: la madre.
A ese tipo hay que encerrarlo y quitarle esos menores, antes que sea tarde, si es que ya no lo es.
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