Últimamente no sé por qué se me da por encontrar noticias de accidentes por todos lados, enciendo la tv. y me entero de algún accidente.
Claro, cómo no va a pasar si le pasa a todos, en todos los noticieros pasan las mismas noticias, de una u otra manera te enterás de lo mismo.
Es posible que así sea, pero será por esa saturación del tema que me puse a reflexionar.
Siempre se habla de la víctima y de los deudos, pero pocas veces se sabe algo del perpetrador, y yo cada vez que leo o escucho ese tipo de noticias, pienso en el culpable y en eso, en la culpa.
Me resulta terrible vivir la vida con una culpa de ese calibre, haber sido el culpable de un accidente en el que una persona resultó muerta, una o varias, de cualquier edad me parece una situación inaceptable.
Es por eso quizás que soy extremadamente cuidadosa cuando voy por la calle. Soy una obsesiva que va mirando a la gente mayor, que tiene cuidado de no llevársela por delante, de ofrecerle suficiente distancia para que esa persona no tenga que desviarse y camine con seguridad.
También me fijo en los niños, instintivamente me coloco cerca de los niños cuando los veo demasiado cerca del cordón de la vereda, en mi imaginario, el niño sale corriente y cruza la calle, me mantengo lo suficientemente cerca como para controlar que si corre, yo puedo alcanzarlo corriendo también.
Esto es una actividad que mi mente realiza sola, sin mi intención, sencillamente es una obsesión.
El otro día me pasó algo curioso, estaba caminando por la calle Paso, donde hay una Sinagoga, y vi a un niño solo, en la calle gritándole a su mama hacia arriba, al costado de un edificio.
Era una hora y día en el que los negocios estaban cerrados, y había una extraña soledad en la calle, ver a ese niño allí me causó temor, no me pareció sensato dejarlo allí solo, y mucho menos gritando a un edificio, pues podía llamar la atención de gente indeseable en la calle.
La cosa es que me di cuenta que era una hora de Sabat, ese rito en el que los judíos no se permiten ciertas acciones como presionar un timbre, accionar un ascensor, y me pareció que eso le pasaba al niño, no podía entrar a su casa.
El tema es que me ofrecí a tocarle el timbre, el niño se asombró de que le hablara, y me señaló que la entrada al edificio estaba a la vuelta de la esquina, me llevó hasta allí, y cuando le pregunté cual era el piso que quería que le tocara, se dio la vuelta y salió corriendo.
Luego de reponerme de la sorpresa, retomé mi camino, y cuando di vuelta la esquina, ahí estaba el niño de nuevo, gritando.
Yo no podía dejarlo ahí sólo, así que le dije, te acompaño aquí hasta que te oiga tu madre, pero en un momento que miré hacia arriba, el niño salió corriendo hasta meterse en la Sinagoga que hay en esa cuadra.
A los segundo, vi que salía un jovencito y se paraba en la puerta, como pensé que el niño le habría dicho algo, le comenté que no me parecía que ese niño estuviera ahí sólo y que me había preocupado, ante lo que el joven me contestó que estaba todo bien, que el padre estaba adentro.
No puedo olvidar la cara del niño, que se volvió a mirarme antes de meterse en el Sinagoga, creo que para comprobar si yo lo seguía.
Lo cierto es que luego me puse a pensar que para ese niño, yo era el peligro del cual pretendí cuidarlo.
Mientras yo creía que lo estaba protegiendo, el niño se sintió perseguido, y quién sabe qué pensó.
El niño fue muy astuto, en el sentido que no me dejó entrar al edificio eludiéndome, y luego, otra vez metiéndose en la Sinagoga.
En otras palabras, el niño estaba perfectamente equipado para reconocer que no debe darle confianzas a una extraña y estaba mejor preparado que yo para ese caso, pues mi obsesión me llevó a hacer algo imprudente que le proporcionó al niño un mal rato.
Por más moraleja que tenga esta historia, la verdad es que no logro desentenderme del tema, y sigo encontrándome con noticias que me entristecen y me causan horror, cómo podrán, me pregunto vivir esa gente con semejante culpa.
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